También tenemos tradiciones los rockeros madrileños. Miguel Oñate mantiene su habitual concierto en estas fechas tan propicias para salir de fiesta y esta vez tocó la víspera de Reyes. Al ser gratuito, la sala Barracudas, nueva sede de este evento tras el cierre del Hebe vallecano, estaba a reventar de público y expectación.
La huella que deja el paso de los años no debilita las emociones al contemplar sobre el escenario al excantante de Asfalto. Los que hemos seguido al músico desde nuestra juventud coincidimos en que Oñate tenía facultades y carisma para haber desarrollado una carrera más exitosa y estable. Sin embargo, muchas de sus actuaciones se han producido en garitos reducidos, lo que nos ha permitido disfrutar de su espectáculo de forma directa, casi personal, porque su expresividad y poder comunicativo crece en este tipo de salas, como ocurrió el pasado 5 de enero en Barracudas.
El grupo estaba perfectamente engrasado con los habituales Jesús Utande (bajo) y Javier Bermejo (guitarra) y con un batería que no defraudó, Paco Morillas, que también forma parte de la banda de Rodrigo Mercado.
No hubo grandes sorpresas en el repertorio, con temas de su carrera en solitario («Adivinos», «Contradicción», «Crisis»), versiones reinterpretadas como «Para la libertad» (Serrat) ó «Guiándome» (versión en castellano de «Show me the way» de Peter Frampton) y contados temas de Asfalto, acogidos con cariño por los más veteranos. Tal es el caso de «La paz es verde» o «Más que una intención», interpretada a un tempo más lento que la grabación original.
Y la despedida, como los grandes, terminó por todo lo alto, con la siempre coreada por el público «El bar de Katy», «Villancisco», habitual en los conciertos navideños, y «Nada, nadie, nunca» (¡gracias, Miguel! por interpretar una de mis canciones favoritas de Asfalto).
Texto y foto: Javier del Valle