Para cualquier aficionado madrileño a la música en general, seguidor de cualquier género o tendencia, el nombre de Malcolm Scarpa está asociado a esas típicas búsquedas de conciertos en la revista “Guía del Ocio”. Semana tras semana el nombre de este cantante y guitarrista aparecía como uno de los fijos del circuito local de salas de pequeño y mediano aforo, identificado con frecuencia con las etiquetas de Soul, Blues o Jazz. Su nombre, por cierto, solía aparecer vinculado al de Ñaco Goñi, otro “trotamundos” de los clubes del Foro.
La historia de Scarpa resulta sintomática de un tipo de músico al que el éxito comercial le resulta esquivo -no así el crítico-, sin que por ello mengüe su capacidad de creación (300 composiciones y un buen número de sencillos y discos). Tampoco lo hizo su inquietud artística, que le hizo transitar del Pop al Rock con absoluta falta de ataduras, recurriendo para ello a la enorme gama de matices que podía desarrollar con mimbres estilísticos tan heterodoxos como los ya citados. Obra pues de autor, en castellano e inglés, siempre escurridiza a la hora de ser catalogada.
Su fallecimiento en julio de 2022 fue un duro golpe para quienes seguían sus andanzas desde hacía lustros. La comunidad de fans que apreciaba su carisma escénico y técnica instrumental le rindió homenaje el 23 de febrero de 2023 en el Teatro San Pol, en el centro de la capital, como tributo a su canción “En los bajos del cine San Pol”. La grabación de lo allí sucedido ha dado como resultado un documental dirigido por Enrique López Marijuán y guionizado por Miguel López, compañero en medios musicales especializados como Dirty Rock.
Para quienes no conozcan al personaje, cabe recordar que este polifacético creador hizo también sus pinitos en la musicalización de películas (la obra de culto “Mamá es Boba” -1999- y “Un buen día lo tiene cualquiera” -2007-) e incluso publicó en 2001 un libro titulado “Qué te Debo, José”, cuyo título obviamente se recrea en el del propio audiovisual.
Leo Cebrián Sanz