El pasado miércoles 13 de noviembre la compañía Warner volvió a arriesgarse con un acto promocional fuera del circuito de las localizaciones habituales. El punto de encuentro elegido fue el antiguo Cine Doré, sede actual de la Filmoteca Española. Resultó una mañana de simbiosis perfecta entre el cine y la música, como lo probaba el diseño a modo de cartel de película de la presentación del nuevo disco de Rulo: «Basado en Hechos Reales».
El histórico edificio, situado en el centro de Madrid, acogió a la decenas de invitados al evento, que terminaron llenando la parte inferior de la sala principal de proyección de la «Filmo». Estuvimos presentes los habituales compañeros de los medios especializados que siempre coincidimos de las convocatorias mañaneras de prensa, pero también un público variopinto entre el que se encontraban los fans más apasionados del cántabro. Sus fieles no terminaron de corear el single «Verano del 95» como Rulo habría querido, pero sí quedó constancia de que el tema elegido había sido una apuesta segura de éxito.
«Charly», el jefazo de la compañía, suele avalar con su presencia a aquellos grupos y artistas por los que la multinacional apoya más decididamente, y en este sentido fue significativo verle en una demostración tan clara de apoyo y reconocimiento a Rulo y la Contrabanda. No hubo lugar a una ronda colectiva de preguntas , ya que esta vez se prefirió que fuera un periodista vinculado a RTVE quien presentara al protagonista de la premiere. Y bueno, mal salen las cosas cuando quien debe figurar en un plano secundario termina por erigirse en involuntario centro de atención. Pasa con frecuencia con los locutores de Radio 3 y medios similares, que por mucho que les pese no son el objeto de interés de quienes asistimos a este clase de citas.
Tras este desconcertante inicio, Rulo apareció por un costado del escenario entre los aplausos de los presentes, que desde su entrada a la sala comentaban con admiración la escenografía preparada para el acústico. Unas grandes letras de madera con reminiscencias a las clásicas bombillas de los camerinos y el famoso cartel de Hollywood conferían al momento una magia muy especial. No faltaron los focos propios de un rodaje de interiores, los fotogramas de cuenta atrás con los que se iniciaban las películas antiguas… y el correspondiente ‘The end’ de final feliz o infeliz. «R», «U», «L», «O»… y entre medias que se plantó el cantautor rockero con más éxito en España…, a excepción hecha de Fito Cabrales, por supuesto, y el siempre particularísimo caso de Robe.
El otro «Fito» -Adolfo Garmendia, guitarrista de La Contrabanda- acompañó a Rulo en la interpretación de cuatro temas: el ya citado «Verano…» y tres de las composiciones más significativas de este cuarto álbum: «La última bala», «Todavía» y «Polaroid». Ambos contaron con el apoyo al piano de Iñaki García, en una combinación totalmente efectiva que no nos extrañaría ver repetida en fechas escogidas para aforos más íntimos y cómplices.
La deriva de Rulo hacia terrenos más propios de la canción de autor es ya indiscutible, lo que por supuesto genera división de opiniones. A tenor de sus palabras se trata de una evolución natural, casi orgánica, muy relacionada con su crecimiento vital y artístico. Con crisis o sin crisis de los cuarenta, el insigne vecino de Reinosa está en el camino de la sucesión de los Sabinas, Autes y otras voces históricas que tanto hicieron por la palabra musicada… e incluso de sus posteriores Pedro Guerra o Ismael Serrano, por citar a dos de sus mejores alumnos. Quizás haya llegado la hora del relevo indirecto con formas menos acústicas y más ricas desde el punto de vista de los arreglos y la instrumentación, en cuyo caso Rulo se postula como un «uno en la quiniela» de ese Rock romántico y sentimental que siempre conmueve y enamora.
Leo Cebrián Sanz
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