Comenzamos a repasar la trayectoria artística de María Concepción Gutiérrez Lobo, en ese recorrido vital y artístico que le llevará de ser conocida como Shelly, del grupo Shelly y la Nueva Generación -a finales de los años 60-, a la Malena de Malena y Belcebú a comienzos de los 80. En esta primera entrega Shelly recuerda su infancia en Venezuela, país en el que nació, y el regreso a Madrid de su familia cuando ella contaba con doce años de edad.
La cantante valora la posible influencia de la música autóctona venezolana en su formación musical, pero recalca que fue la música norteamericana la que realmente le sirvió de referencia. Shelly siguió vinculada a la Venezuela mediática y musical gracias a su relación profesional con el presentador Renny Ottolina o el cantante Henry Stephen. Shelly es de hecho bilingüe, lo que no impidió que al establecerse en España supiera apreciar las bondades de los conjuntos locales. De hecho, ya en la capital no tardaría en integrarse en grupos como Los Rocks y, posteriormente, Los Driblings. Tras estas dos experiencias iniciales llegaría aquel otro que la convirtió en la diva del Soul español: Shelly y la Nueva Generación.
Shelly recuerda la génesis del conjunto con el que se daría a conocer como intérprete de un tipo de Soul y Pop sofisticado que aún sorprende por su modernidad y energía. La solvencia técnica de sus compañeros músicos y el dominio del inglés por parte de la vocalista hicieron del grupo una rara avis dentro del panorama artístico de finales de los años 60.
La cantante agradece a Fernando García de la Vega, realizador de Televisión Española, por haber sido quien la introdujo como artista fija en «Escala en Hi-Fi», un programa muy vanguardista para tratarse de un medio tan incipiente en nuestro país. Shelly interpretaba en playback las canciones grabadas previamente en un estudio, dando así a conocer al público español los grandes hits internacionales del momento.
Otros nombres importantes en la trayectoria de Shelly y la Nueva Generación fueron el arreglista Pepe Nieto y el productor Alfonso Sáinz, músico de Los Pekenikes. El director de cine Iván Zulueta les inmortalizó en la película «Un, dos, tres…, al escondite inglés», mientras que el presentador José María Íñigo ayudó a impulsar la carrera del quinteto.
Tras una actuación en la madrileña sala J&J, un promotor mexicano les brindó la oportunidad de girar por México y Estados Unidos. El contrato fue firmado con Francisco Bermúdez, el representante que trajo a The Beatles a España, lo que permitió vivir a los músicos una breve pero intensa aventura internacional. Shelly no tardaría en regresar a Venezuela, donde su experiencia televisiva local le permitió actuar en el espacio de variedades musicales de Renny Ottolina, un popular conductor local de TV.
Tras la disolución de Shelly y la Nueva Generación y la etapa de regreso a Venezuela, Shelly se establece definitivamente en España. El retorno a la actividad artística se produce con dos orquestas, Búrbujas y Alazán, en las que permanecerá durante varios años de fructífero trabajo en directo.
La cantante vuelve a desaparecer del mundo profesional hasta que a comienzos de los años 80 da un giro inesperado a su evolución artística y entra en Malena y Belcebú, una banda de Heavy Metal. Consciente de que este estilo nada tenía que ver con el Soul que le había hecho popular a finales de los 60, Shelly optó por cambiar de nombre artístico.
Con sus nuevos compañeros viviría una breve pero intensa actividad en vivo, además de aparecer en algunas publicaciones de la época y sobre todo dejar dos temas registrados en un recopilatorio al que dedicaremos un fragmento específico de la entrevista: «Unidos por el Rock». Shelly interpretaba con una fiereza inédita para la época, muy propia de su estilo natural a la hora de entregarse con pasión a cualquier empeño y adaptarse a tesituras vocales muy distintas.
Pronto fue seducida por este tipo de música, que comenzó a gustarle tanto que incluso hoy en día se plantea la grabación de las canciones inéditas del grupo. Sería una iniciativa revolucionaria, si consideramos la edad de Shelly -aunque no desde luego su proverbial valentía cuando de romper moldes e ideas preconcebidas se trata-.
El grupo Malena y Belcebú tuvo una efímera existencia, pero alcanzó a participar en un recopilatorio singular: «Unidos por el Rock», que editó en 1982 el sello independiente Victoria. Su impulsor fue Emiliano Hernando, quien se interesó por la formación en gran medida por el hecho de que su cantante fuera una mujer. La grabación no se redujo a los dos temas incluidos en el LP («Destrucción» y «Hola hermano»), sino que la banda registró otros cinco que jamás vieron la luz.
El interés por una figura femenina dentro del Rock animó al representante a plantear a Shelly la posibilidad de grabar un disco en solitario con el nombre de Malena. Casi cuatro décadas después, la vocalista se plantea ahora recuperar esas canciones olvidadas de cara a un posible lanzamiento discográfico. No serían las únicas, pero sí las que marcarían el resto de ese hipotético nuevo repertorio.
Leo Cebrián Sanz