Nuestro compañero Nacho Jordán, quien por cierto actuó hasta en tres ocasiones en el Hebe con su grupo Metal Legend, nos ha hecho llegar la impactante fotografía del anuncio de un local cuya imagen nunca habríamos querido ver manchada por la palabra “Vendido”. El bar musical de la calle Tomás García, 5 se convierte así en uno más de los espacios de la cultura rockera madrileña que sucumben a los intereses inmobiliarios de una ciudad que cada vez nos cuesta más reconocer tal y como fue y la vivimos.
Publicitada en el mercado del metro cuadrado con la paradoja de su reconocimiento como “mítica sala de conciertos Hebe”, la franquicia Tecnocasa ha encontrado por fin comprador para este edificio de 276 metros cuadrados “formado por locales comerciales y dos viviendas en la primera planta”. Durante los últimos años ha permanecido en oferta por astronómicas cantidades como los 615.300 euros del acuerdo económico final, pero era una simple cuestión de tiempo que antes o después un nuevo propietario se hiciera con semejante localización de tan jugosa rentabilidad económica.
Recordar ahora todo lo sucedido en el Hebe sería imposible, pero el nuevo documental “500 Pesetas con Pelotazo” ha recopilado buena parte de toda la información relacionada con este local de conciertos y ocio cultural y unas pinceladas de su investigación sirven para ponerlo en contexto. El Hebe nació en 1980 en el distrito madrileño de Puente de Vallecas y pronto se reveló como el punto de encuentro perfecto para la agitación cultural del barrio.
El festival Vallekas Rock y la celebración de la Batalla Naval fueron dos de sus emblemáticas luchas e iniciativas, mientras al mismo tiempo infinidad de bandas pasaban por su pequeño escenario. Grupos como Ska-P o Boikot dieron su primeros pasos artísticos sobre su tarima, lo que hizo del Hebe un lugar muy favorable para el crecimiento de los proyectos de Rock Urbano, Ska o Reggae. En 2005 un libro escrito por Kike Babas y Kike Turrón y un CD recopilatorio de algunas de sus bandas de referencia celebró el cuarto de siglo de vida de la que era presentada en portada como “La barra del barrio”.
Atrás quedaban los fetiches identitarios de sus pines o chapas, los adhesivos que poblaban los baños de sus homólogos musicales del resto de la ciudad con ese divertido dibujo de una hoja de marihuana, esas otras pegatinas con el eslogan “Vívelo” que tanto se vieron durante una década o la rudimentaria propaganda de sus inicios que identificada a Hebe como “Diosa de la juventud”. Va ser duro pasar por delante de su fachada y ver el bloque convertido en pisos turísticos, pero así es de ingrata la capital con su propio patrimonio sentimental. Porque digo yo que un Museo del Rock en Vallekas no habría estado de más en un punto del callejero tan especial para la vecindad y el rockerío del Foro…
Leo Cebrián Sanz