Tener un festival en tu propio pueblo siempre te permite gestas como las de los raperos de La Máquina de Humo, que podrán contar a sus nietos que un día abrieron el día grande del festival de Villarrobledo en su edición de 2023. Y es que la del domingo fue de lejos la jornada más intensa y diversa de toda la convocatoria del pasado final de abril e inicio de mayo.
Cualquier nombre que desconozcamos nos pone en alerta sobre un posible emergente a destacar. Free City nacieron en Valladolid y ya era hora de que la proyección mediática del Viñarock permitiera conocer su obra discográfica, compuesta por los álbumes «Atemporal» (2016), «Duelo» (2018) y «Visiones» (2020). El cuarteto también ha optado por la opción de los «fascículos musicales» y sus tres últimas entregas son sendos sencillos: «Lo mismo» (2021) y «Las noches sin dormir» y «Viaje astral», ambos del pasado año.
La herencia de Obrint Pas la administra ahora su vocalista, Xavi Sarrià, quien sigue su carrera en parecidas tesituras de música reivindicativa y política, aderezada por elementos de sonoridad folclórica. Nos sorprendió poderosamente su guitarrista, con la que anda presentando junto al resto de la banda su último disco, ‘Causa’, cuya portada en forma de corazón presidió la pantalla situada al fondo del escenario.
Muy bien por el Viña por atreverse a programar a las gallegas y eurovisivas Tanxugueiras, el trío que ha llevado el Folk de las ‘pandeireteiras’ a una nueva dimensión de modernidad y transformación. Este es el tipo de propuestas que dejan huella en el público más monolítico en sus preferencias y una oportunidad de ver algo de espectáculo y ropa de escenario, que nunca viene mal para desmarcarse de la informalidad propia de los músicos (95% hombres) que se suben a estas tablas.
Esta web -antes revista en papel- siempre tuvo una relación de especial amistad con Quini, el cantante de Benito Kamelas. Verle una vez más en Villarrobledo fue una alegría y un acto de justicia, ya que su disco de 2021 («Resiliencia») no ha encontrado el eco que se merecía. El vocalista es un superviviente nato de pandemias y cambios en la formación, que son reveses o circunstancias a las que el vocalista hace frente con una entereza admirable.
Uno de los grandes especialistas en el arte del palíndromo es Juan Abarca, el cantante y compositor de Mamá Ladilla. El genio en persona acaba de presentar su nuevo libro -«La hostia en prosa», publicado por Desacorde Ediciones-, pero su actividad principal sigue siendo la musical. El humor inteligente de los madrileños contrasta con el más bufo de Mojinos Escozíos y no digamos ya Gigatrón, pero nunca desentona para rebajar tanto mensaje de denuncia o rabia con algo de ingenio literario.
El fenómeno Gigatrón está ahí, nos guste o no nos guste. Aparecieron como lo que son, un chiste, y poco a poco se han convertido en una parte insustituible del espectáculo. Sus descacharrantes versiones casan bien con la parte más juerguista del fin de semana, que se convierte en un Carnaval con Charly Glamour y su imaginario de tópicos relacionados con el Hard Rock y el jebi Metal. A falta de El Reno Renardo, buenas son sus chanzas.
Ver a Iñaki «Uoho» Antón interpretar las canciones de Extremoduro tiene su cara y su cruz. Por un lado, satisface comprobar que el guitarrista defiende su parte del legado en directo, como corresponde a una parte tan fundamental de la banda de Robe. En su reverso, el ahora también cantante único parece estar reclamando el momento de ofrecer su propia música con una nueva formación definitivamente asentada. Los minutos que dejó a sus compañeros para que ejecutaran una versión del ‘Ace of Spades’ de Motörhead resultaron algo desconcertantes.
La Pegatina, con eso está todo dicho. Un grupo que comienza sus conciertos como muchos otros los terminan, es decir, con un estallido de confetti, deja bien a las claras que su apuesta por el desenfado es directa y sin prejuicios. Se han adaptado bien a la convivencia con su actual compañía multinacional, que parece respetar su particular idiosincrasia. Aprovecharon la opción de las pantallas traseras para proyectar sobre su plasma las distintas animaciones que dan aún más colorido a su espectáculo.
Otra numerosa formación que ha llevado la alegría a los festivales ha sido La Regadera. Resulta curioso que un grupo con un origen tan determinado -la burgalesa Miranda de Ebro- haya logrado sonar como sus referentes mediterráneos con semejante naturalidad. Castilla-León puede presumir de contar con una banda que trabaja la segunda fila del negocio con una voluntad y constancia dignas de las ligas mayores.
El Metal más contemporáneo, complejo y atronador ha sido el gran ausente de esta última edición del festival manchego. Muy pocos grupos heavies, pero todo el volumen necesario para escuchar el estallido sonoro de Vita Imana. Su disco «VI» es la excusa perfecta para sacudir las tierras de la llanura manchega con tribalismo extremo y una tormenta decibélica y acelerada. Tener al Mero Mero en el micrófono es prueba irrefutable de que su desafío va a más y que no recula en su intención vanguardista.
Tremendo lo de los andaluces Narco, que ya hace tiempo superaron en acogida popular a sus «padres» Def Con Dos, aquellos que les abrieron el camino del sello DRO con su fichaje por la filial Bruto. Los sevillanos han superado la baja de componentes muy carismáticos y siguen fieles a la irreverencia de interpretar «Tu Dios de madera» con un vocalista oculto bajo una especie de hábito propio de la Semana Santa hispalense. Excomulgación segura…
Kaótiko editó el pasado año el disco «Sin Filtro» y ya era hora de llevarlo al directo de las multitudes. Al grupo les pasa como a Segismundo Toxicómano, que es una de esas bandas que tienen más seguimiento del que parece. Cuando se dejan ver por los festivales especializados en Punk Rock, sorprende comprobar la cantidad de personas que se saben sus letras de cabo a rabo. La Polla ya no existe, Gatillazo está en barbecho…, pero siempre nos quedará el quinteto de la alavesa Salvatierra-Agurain.
Mucho cuidado con el manejo de las masas por parte de la organización del Viñarock. Hace años ya se lo comentamos directamente a algunos de los componentes de La Raíz y hoy tendríamos que hacer lo propio con los músicos de Ska-P. Las imágenes hablan por sí solas del desmedido aforo que se reunió frente a los vallekanos para cantar estos auténticos himnos de los años noventa y la primera década del nuevo siglo. Control de acceso ya, por favor.