El pasado sábado 14 de septiembre asistimos a la decimocuarta edición del festival Valdorrock, celebrado en un pequeño pueblo de Burgos llamado Valdorros. El evento era gratuito y tuvo lugar en la calle Real de la localidad, junto al único bar de reunión y punto de encuentro de la vecindad. Alrededor del edificio se instaló un coqueto mercado de productos ecológicos, artesanos y locales, junto al ya consabido catálogo de camisetas de bandas y demás parafernalia rockera en los puestos más especializados.

Tras la recuperación del festival hace apenas tres años, esta cita cultural de la España interior sigue sorprendiendo por el carácter familiar de la convocatoria, con niños columpiándose en la zona infantil, abuelos y abuelas tomando el sol -más que “la fresca” en este caso- y decenas de personas degustando la paella popular servida por la organización. Hubo talleres infantiles, otros de reciclaje, elaboración de chapas y juegos colaborativos y tradicionales, “pinchadas” a cargo del programa de radio “La Puerta del Gehena” -de Burgos capital- y en general un ambiente extremadamente cordial, que nos hace decantarnos claramente por este tipo de festivales rurales frente a la locura dineraria y masiva de los grandes estadios urbanos.

La mañana estuvo dedicada a la actuación de la banda Asako -en representación de la propia provincia-, mientras que por la tarde llegó el turno de Alma Culter y las formaciones italianas Trick or Treat y Secret Sphere. Sorprende la facilidad con la que los grupos del país transalpino tocan en España en esta clase de carteles colectivos al aire libre, por lo que deducimos que algún manager espabilado está haciendo muy bien su trabajo. La velada terminó con una sesión del periodista y locutor Rafa Basa, mientras los autobuses salían hacia Burgos ciudad y el resto de la audiencia hacía lo propio en sus vehículos particulares -varios de ellos procedentes del País Vasco-.

En nuestro caso fueron dos las bandas que pudimos disfrutar antes de partir directos hacia Fuenlabrada, donde esa noche Stratovarius actuaba gratuitamente junto a Synchronical y Saratoga. Alma Culter es el grupo actual de Marilu, la pionera de nuestro Rock y coprotagonista del documental “Ellas son Eléctricas”.  Son pocas las ocasiones en que se puede ver sobre un escenario a su solvente formación, en la que destacan dos veteranos de la escena vasca del Heavy Metal: el soberbio guitarrista Arbi -particularmente motivado esa tarde – y el batería Paco Martínez de Musitu. En el bajo figura ahora David -que curiosamente fue el primer batería de la formación-, quien otorga un punto más moderno al cuarteto por su forma de tocar y moverse con el instrumento.

La cantante vizcaína hizo de tripas corazón respecto a un problema familiar que casi le impide viajar y demostró un enorme carácter y fortaleza, también para superar el intenso calor de las cinco y media de la tarde. Marilu eligió lo mejor de su disco “Caos” para demostrar la calidad de sus letras en castellano en su conversión a canciones rápidas y certeras, muy directas y perfectas para obtener una respuesta inmediata del auditorio. Su autodenominado Street Metal tiene algo de lo que carece casi por completo el Metal actual: crítica social, compromiso, contacto con la realidad y, en definitiva, contenido.

La agresividad y concreción de composiciones como “A todo gas”, “Esclavos”, “Grita”, “Resiste”, “Sálvame”, el medio tiempo “Diosa fortuna” o la balada “No es no” dieron buena cuenta de un repertorio redondo, que en los últimos minutos tuvo que ser recortado por los efectos de la temperatura sobre la cantante. Quedó pendiente un tema nuevo, pero poco se podía hacer ante la palpable deshidratación sufrida por Marilu. La mayor parte del público ni siquiera se percató de ello, ya que la vocalista lo dio todo sin apenas más interrupciones que las pertinentes para saludar y explicar brevemente el contenido de cada canción.

El segundo show que vimos completo fue el de Trick or Treat, a quienes incluso llegamos a atisbar en plena prueba de sonido vespertina. Los italianos no se ocultan y defienden su Happy Metal con un descaro que vence las reticencias de los más puristas. Antes de salir al estrado ya estaban listos sus dos fantasmas inflables -uno a cada lado del escenario- y una colectiva imagen identitaria con camisetas y pantalones largos a modo de radiografía ósea. De ‘Creepy symphonies’ a ‘Crazy’, la primera atracción internacional del Valdorrock disfrutó a hizo disfrutar pese a los problemas con el micro de su cantante. Temas como ‘Hungarian hangover’, ‘Aquarius: diamond dust’, ‘Evil need candy too”, ‘Libra’ o ‘Loser song’ constituyeron parte de su propuesta.

La juerga musical desembocó en una especie de trenecito colectivo como el de las bodas o las fiestas populares. Tal era el relajo que su vocalista Alessandro Conti interpretó ‘Like Donald Duck’ con un peluche recibido desde el público, mientras sus compañeros preparaban una versión con la que terminaron por convencer (o irritar, según los casos) a la ya numerosa parroquia de la tarde: ‘Girls just want to have fun’, de la encantadora intérprete popera Cindy Lauper.

El “truco o trato” musical de Trick or Treat fue justo eso: una llamada a la puerta para ver si recibían caramelos con los que endulzar un poco al “metalero” medio. Para convencernos no escatimaron ni siquiera gags humorísticos como el de solicitar seguidores para sus redes sociales en pleno concierto, con el atractivo de ser premiados con una fotografía o detalle al finalizar su cancionero (‘probably her’, apuntaron).

Llevan con la broma más de dos décadas -desde 2002- y cuando derivan hacia tesituras más intensas se reconcilian con aquellos y aquellas que no digieren bien sus guiños discográficos a personajes o fetiches de la cultura popular (Ken ‘Barbie’, Pokemon, ‘Dragonball’, ‘Batman’.. ¡y hasta “David el gnomo”!) o caprichos como un disco completo dedicado a los signos del zodiaco (‘The Legend of the XII Saints’) o su última provocación en forma de ‘Halloween Jazz’.

Cuando Secret Sphere preguntaban en castellano a la audiencia si querían escuchar buen Power Metal salimos en dirección a la capital, con el convencimiento absoluto de que el año que viene repetiremos excursión (y esta vez para pasar el día entero). Atrás dejábamos una organización modélica y la siempre animada presencia de la burgalesa Peña Blusas del Metal.

Leo Cebrián Sanz

Fotografías: Raúl Sagredo Azofra.