La ansiada llegada de los conciertos de pie tras más de un año y medio de penurias ocasionadas por un maldito virus tuvo sabor agridulce. Nos despedimos de nuestros buenos amigos de Terminal 6 tras una sufrida trayectoria de más de doce años. Forman parte de la historia del programa que he dirigido en diferentes emisoras y aún recuerdo la frescura de su ópera prima, «Comienza el viaje», un soplo de aire fresco en un tiempo en el que ingenuamente creíamos en el eternamente aplazado relevo generacional.
La banda sufrió duros golpes como la quiebra y espantada de la compañía DFX, cambios en la formación (tres vocalistas compartieron escenario en su concierto de despedida celebrado el pasado 8 de octubre en la sala Rockville) o la precariedad de una escena en la que el público sólo acude en masa a los conciertos de las vacas sagradas y a los grandes festivales.
Y es que a pesar de las redes sociales e internet el localismo evita la expansión de proyectos de mucha calidad. Tres décadas lleva la banda gallega Los Motores, que desembarcó una vez más en Madrid en una larga gira de despedida.
Hasta hace poco, desconocía el poderío del combo de Carlos Alberto del Río, que, sin aspavientos pero firme en el escenario, lideró hace más de una semana un concierto sobrio, de rock sin artificios, impregnado de la simplicidad que nos ha cautivado con grupos como The Ramones, Motorhead o los primeros Suaves. Más vale tarde que nunca…
No han gozado del favor del público en Madrid y fuera de su entorno tampoco han tenido suerte con los mánagers y promotores. Del Río, ahora dedicado a una agencia programadora de eventos, tomó la dura decisión de disolver la banda. Cuestión de desgaste y salud.
Echaremos a las dos bandas de menos… Les deseamos mucha suerte en sus futuros proyectos y, quién sabe, si nos reencontraremos de aquí a un par de años en futuras reuniones.
Javier del Valle