La primera vez que asistí a un concierto en el Teatro Morelos, en el mismo centro de la capital del Estado de México, Toluca, fue para ver a Mago de Oz. Lo presenciamos en un lateral del escenario, así que, al no pisar la zona de público, no caímos en la cuenta de que no se vende alcohol. Esta vez, para presenciar el de Ángeles del Infierno, sí estuvimos en la parte de butacas, muy cerca del escenario. Sin viajes al bar -¿para qué?, ¿comprar una Fanta?- la atención hacia el escenario no cesa y hace que te fijes en todo. Bueno para el profesional, malo para el hardrocker… y ya sabéis de qué lado estoy más cerca.
Siguiendo con el recinto, es un teatro reformado, moderno, cómodo, donde caben algo más de dos mil personas, en el que la entrada esta noche fue buena, y con excelente acústica, pues lo mismo que este concierto de rock, se suelen ofrecer de música clásica o bien obras de teatro, de danza, etc.
Con el público en pie desde que sonó la primera nota de “Todos somos ángeles”, las cómodas butacas no fueron utilizadas en todo el recital, el cual siguió con “Sombras en la oscuridad”, “Rocker”, “Prisionero” y “Vives en un cuento” hasta un momento más relajado que ocupó “Pensando en ti” y “Si tú no estás aquí”. Luego cayeron “El principio del fin”, “Con las botas puestas”, “Diabolicca”, “Todo lo que quiero”, “Jugando al amor”, “Héroes del poder”… y ya podíamos corroborar que el cantante Juan estuvo muy centrado en su voz, no hizo ademán de ir de un lado al otro del escenario ni se le vieron bailecitos o aspavientos. Se trataba de interpretar bien, concentrado en lo suyo, y lo consiguió. Quien se encargó de ese aspecto visual fue el teclista Eddie. Como muchas partes de las canciones, sobre todo las de los dos primeros discos, no requieren el colchón de su instrumento, el músico aprovecha para adelantarse al borde del escenario y arengar y animar al público.
Quien tuvo a todos los fantasmas en su contra esta noche fue el guitarrista Robert. Problemas técnicos le hicieron cambiar varias veces de guitarra y le obligaron a ir al fondo de las tablas más de lo que hubiera deseado, si bien no impidieron que se le viera disfrutar de algunos de los solos y partes únicas que le correspondían. Acabado el concierto, bromeamos del tema en camerinos con él, de modo que la cosa no llegó a mayores. Pero gracias a la desgracia, Foley, el otro guitarrista, pudo reivindicar su profesionalidad y buen hacer y sacó las canciones adelante con absoluta gallardía junto al bajista Álex, bien acoplado, y el batería Gerard, que volvió a demostrar que es una máquina de relojería con sus baquetas y pedales; perfecto. Las del tramo final del evento fueron “Condenados a vivir”, “Sangre”, “A cara o cruz”, “Fuera de la ley” y la festiva “666”.
Con el grupo fuera del escenario, la sorpresa fue ver que a éste saltaron unos bailarines ataviados como indígenas y ofrecieron una danza autóctona. Un homenaje de Ángeles del Infierno a este país que tanto los quiere. Lo que quizás iban a ser dos tandas de bises, se quedó en una con cuatro canciones del tirón: “Al otro lado del silencio”, “Maldito sea tu nombre”, “Dónde estabas tú” y “Pacto con el diablo”.
Solventado otro concierto más, con un público que salía con sonrisa en sus caras, de una gira que comenzó a principios de este mes y, como poco, abarcará hasta el 26 de noviembre en Tijuana parando por diversas ciudades de una punta y otra de un país tan extenso como México.
Texto e imágenes: Jon Marin
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