Con Los Motores me temo que va a ocurrir lo mismo que con muchas bandas que anuncian su despedida… y son descubiertas o redescubiertas por todo ese público que no tuvieron en su día. De ser así, el grupo liderado por el cantante y guitarrista Carlos del Río se habrá dado el gustazo de haber dejado como herencia final una excelente colección de temas con la que constatar su buen estado de forma.

Ahora que el hueco dejado por sus vecinos Los Suaves ha quedado desierto y sin visos de que nadie lo vaya a ocupar, Los Motores dejan de rugir también desde tierras gallegas. El cambio de ciclo en el Rock español se veía venir desde hace tiempo, pero la falta de recambio complica las cosas y hace asomar la preocupación en nuestros pensamientos al respecto. Los Motores han editado este “30 Años Inmortales” en esa misma compañía Warner que acaba de ver marchar a Charlie, el gran valedor del Rock en la multinacional, sin que de momento se atisbe si esa insólita y permanente política de apoyo va a continuar siendo la misma.

Por si acaso, disfrutemos de momento de la buena distribución comercial de este álbum de despedida de Los Motores, grabado en los estudios Lithium de Pontevedra entre noviembre y diciembre… ¡de 2019! En fin, ya sabemos lo que ha sido 2020 a efectos de pausa absurda para casi todos. Durante este tiempo, Carlos ha ido empastando el sonido del cuarteto junto a sus actuales compañeros: Gonzalo Bahamonde (guitarra y voces), Gorio Álvarez (bajo y voces) y Carlos Rivas (batería, voces y la garganta principal en el tema “Jaque mate”).

Las colaboraciones son de auténtico lujo -de las que de verdad se notan-, ya que el gran Alberto Cereijo deja su huella con sendos solos en “Pedazo de mamón” e “Inmortal”, en tanto dispara su wha-wha en “El viejo”. Por su parte, el también guitarrista y cotizadísimo músico de sesión Pedro Andrea aporta sus solos y dibujos instrumentales a la canción “La piel de mi gato”.

La ventaja de Los Motores respecto a decenas e incluso cientos de grupos de parecida naturaleza es que trabajan el concepto de canción con mayúsculas, al estilo de bandas como Leize o Tako. ¿Por qué su último disco tiene sólo siete canciones y una versión? Pues porque todas ellas están a un nivel sobresaliente, sin que ninguna flojee en el resultado final. Además de las ya citadas, el resto del repertorio original se completa con «Jarra vacía», «Siempre dices no» y «Ser así» -rebautizada por Spotify como «Cuánto me ha gustado ser así»-.

Hay un alto grado de confesión vital en las letras de Carlos del Río («Son más de 50 años y aún no sé cómo han pasado / Siempre el camino cerrado, toda la vida sentado / Busco la mano de un guía para encontrar la salida») y un continuo vaivén de emociones al compás de estas eléctricas nanas de Rock and Roll que son las canciones de Los Motores. En esta misma línea de criterio y exigencia de unos estándares de calidad delicatessen podemos situar su versión de «El viejo», la canción de Norberto Aníbal Napolitano -alias «Pappo»-, una de las grandes asignaturas pendientes del Rock español en su reconocimiento del talento y el carisma en tierras argentinas. Reconocimiento… o mero conocimiento, porque Pappo es una de las grandes figuras del por allí llamado «Rock nacional» y en España pocos saben de su relevancia en aquel país.

En esta despedida que ya ha comenzado a rodar en directo nos quedamos con la cita que cierra su libreto de agradecimientos y nos quitamos el imaginario sombrero ante la magnitud de la obra legada: «Más de 1.500 actuaciones, 12 discos, 1 DVD, tres recopilatorios y metidos en infinidad de discos extraños de varias bandas, más de 30 años de mi vida metidos en el Rock. En fin, todo tiene un principio y un final. Ojalá quede en vuestros corazones un pedazo de nuestra alma. Y si no, que nos quiten lo bailao».

Leo Cebrián Sanz