Por increíble que parezca, los turolenses Azero apenas han actuado en Madrid a lo largo de sus casi treinta años de historia. Ha sido más fácil verles como ganadores del concurso de bandas en el Viñarock -ahora tan cuestionado por la transparencia del sistema de votos-, que en algunos de los locales afines a su sonido en la capital. Por fortuna, su apertura para los locales Desastre nos ha permitido disfrutar de un show completo de los aragoneses, que oficialmente venían a presentar sus dos últimos sencillos publicados en 2023. “Acaba de una vez” no sonó, pero sí lo hizo “Más fuego”.

Al grito y las palmas de ‘Made in Teruel’, estos orgullosos vecinos de la España que no sale en las revistas de tendencias hicieron un completísimo repaso a su trayectoria, en la que brillaron con luz propia la solidaria “Palestina” -con el correspondiente pañuelo en el pie de micro-, el a capella vocal de “Por qué luchar” o su versión de “A desalambrar”, del cantautor chileno Víctor Jara. También destacaron sus emblemáticas “Operación fracaso” y una concluyente y final “A la mierda”.

Los adalides del “Rock de pueblo” contaban con «Jagger» como eventual bajista, ya que su titular se había quedado en casa por culpa de una lesión puntual. Con él acometieron el resto de su Top 10 de escuchas en la plataforma de escucha en línea más popular: “Eso es el Rock”, “La muerte está echada”, “Respirar”, “Sangre en la manifestación” o “Ya me lo decía mi papá”. El resto de su repertorio fue el integrado por “Bajo cero”, “Destrucción”, “Molestando” y “La cuerda”.

Hubo algunos muy entregados fanáticos en primera fila y un ambiente general de euforia, en el que no faltaron la natación sobre el público de Kapi y esas estudiadas palabras con las que suele presentar los temas que se prestan a ello. Tras el recital se bajaron a la barra a tomarse unas cervezas y no pararon de saludar al público en ese maravilloso caos logístico que es el Gruta 77 cuando se pone hasta arriba de gente.

Respecto a Desastre, aviso a navegantes contratantes: he aquí una banda que arrastra público sí o sí. A juzgar por la cantidad de camisetas con sus logotipos y portadas, hay futuro asegurado para esta luchadora banda madrileña de la que nadie habla mal -no pasa igual con otras de su estilo y no digamos ya de Ska-P-. Es cierto que el gran peso de su música depende del estado de forma de su líder, el cantante y bajista Alfonso Carneros, pero este hombre nunca falla y supo encadenar un tema tras otro con una soltura colectiva que se contagió a la parte de abajo del escenario.

Su último disco “Que Corra el Aire” fue ampliamente repasado, ya que del mismo se incluyeron ocho números de los trece totales: “La habitación”, el tema-título, “Lejos de tu alcance”, “Dame un like”, “Calma chicha”, “Alto riesgo”, “Ruido de sirenas” y “Kaxta”. El resto del repertorio fue puramente histórico, con una mezcla que resultó muy fluida de las nuevas canciones con las ya conocidas “Miradas empañadas”, “El circo”, “De pena”, “Mal trago”, “En el sur”, esos “Tambores de guerra” que por desgracia nunca pasan de moda, “Soltando lastre”, “La cometa azul”, “Dando que hablar”, “Incordiar”, “Combo del perdedor”, “El loro” y las finales “Tabernera” -muy solicitada desde nada más comenzar el concierto- y “Me piro”.

En total, veintidós caramelos muy refrescantes y fáciles de digerir gracias al apoyo fundamental de los vientos y la buena respuesta instrumental de una formación que se nota que ensaya bastante más que quienes lo hacen una vez cada quince días. El tamaño de la tarima del Gruta no deja ver a la mitad de los músicos y pedir una cerveza sigue exigiendo cruzar un pasillo que no existe, pero a la sudorosa audiencia no pareció importarle un comino.  

Leo Cebrián Sanz