Tras el avance publicado ayer sobre la actuación de la banda que abrió el festival, los toledanos Al Tirón, encaramos la primera parte de la crónica del festival, dedicada a los grupos que actuaron todavía con la luz del día. Antes de analizar lo que nos ofrecieron los artistas, siempre es interesante escuchar algunas opiniones de quienes se acercaron hasta este recóndito pero impresionante rincón de Ciudad Real.

Nuestro compañero José Ramón no se lo pensó dos veces y abordó a varios de los asistentes para que nos dieran sus impresiones en tiempo real. Aún quedaban horas de buena música, cerveza y concordia musical, de las que disfrutamos por gentileza del equipo dirigido por Rosana Baeza, la máxima responsable de la cita.

River Crow salieron a tocar a las cinco de la tarde, cuando ya iba llegando al recinto algo más de público. Según entraban en el Rocka Way Klub, los primeros asistentes se encontraban a una bronca banda de Metal sucio e inclemente, con un cantante que parecía salido de un naufragio, cual anacoreta flotando sobre las aguas.

A camino entre la influencia post-Grunge y los Metallica más deconstruidos, el cuarteto presentó su disco de 2018: ‘No More Redemption’. La oscuridad de Black Sabbath, la pegada de Pantera y la complejidad de Faith No More se suman a una inquietante personalidad propia. Su cantante David López rompió la llamada «cuarta pared» del teatro para lanzarse a cantar entre la gente, consiguiendo asustar y sorprender a todo unos Vhäldemar que acababan de entrar en el recinto.

El cuarteto de Ciudad Real supo aprovechar la oportunidad y darse a conocer ante una audiencia escasa pero selecta, que tras la sobremesa aún estaba fresca de cerveza y cansancio y realmente disfrutó de la experiencia musical. Entendemos perfectamente que River Crow haya sido tocado por la varita mágica del Resurrection Fest, porque ahora mismo es bastante más que una formación emergente.

Otros que también habían estado en Viveiro eran Celtibeerian, una de las bandas de la primera división del Folk-Metal nacional. Nadie como ellos para dedicar una canción… ¡¡a la vendimia!! en plena tierra manchega de recolección de uva. Entre otros homenajes a las barbas (‘Fear my beard’) o la cerveza transcurrió una actuación de exquisita profesionalidad, en la que demostraron el nivel de competencia global en el que ya se mueven.

La banda suena como una perfecta máquina de asalto celta o medieval, con una abundancia de instrumentos (los clásicos del Rock, más el violín de «Patri» y los de viento de Dagda) que en absoluto es un obstáculo para que el conjunto resulte uniforme y muy potente. Sí sorprende el papel tan destacado que juega su vocalista femenina, todo un bálsamo de blanca brujería en contraste constante con la torturada garganta de «Gus».

Los temas de su último álbum, ‘Deiwos’, presidieron un repertorio que fue cayendo a toda velocidad, mientras el quinteto se venía arriba en una tarde propicia para la épica. El fondo de un precioso cielo azul moteado de nubes blancas venía que ni pintado para el primer telón de la jornada. Los maquillajes de guerra y un vestuario casi teatral consiguen que el espectáculo visual convenza. Es tan fácil pasarse de la raya en el Folk-Metal… que se agradece que las cosas estén en su sitio, ya sea la hiedra del pie de micro o esa medida combinación que bascula entre el dramatismo y la fuerza de la base rítmica y su contraste con las melodías vocales y de raíz ancestral.

Vhäldemar «vino, vio y venció» -como el veni, vidi, vinci de los romanos-, aunque desde luego lo hizo a su manera. Los bilbaínos no estaban muy conformes con un horario tan temprano de actuación, pero les vino bien para continuar con el buen ambiente logrado por sus colegas manchegos. Entre seis y media y siete y media de la tarde, el cachondeo y el True Metal se apoderaron del Pantano Abraham y su colindante Parque Nacional de Cabañeros.

Ya nos habían hablado de la verborrea humorística del Cribas, su vocalista, pero su show de comedia merece una mención especial, ya que pocas veces nos hemos reído tanto entre canción y canción. Olvídense de la manida «la tengo morcillona» del trilladísimo Fortu y den la bienvenida a los monólogos sobre música Heavy de un tipo que lo mismo te habla del Hospital de Cruces de Barakaldo que de cómo una púa de Yngwie Malmsteen estuvo a punto de dejarle ciego. El cantante relató extensamente el origen del mote de nuestro compañero José Ramón Nieto «Kema Púas» y acabo con un «me cago en Mägo de Oz» que, tranquilos, no deja de ser una «bilbainada» más.

El guitarrista Pedro J. Monge y sus compañeros presentaban ‘Against All Kings’, el disco que les ha subido una planta entera -nada de escalones- en el edificio del Metal nacional e internacional. También hubo tiempo para pequeños clásicos como ‘Bastards’ o el épico ‘Metal of the world’, cuyas banderas identitarias se desplegaron al viento tras una fiesta completa de carisma y entretenimiento puro.

Leo Cebrián Sanz