Hiagen es un grupo que no sigue las reglas sencillas y nos alegramos. Su nuevo disco, cuarto de su carrera, se titula “El planeta cúbico” y recoge en un redondo, con una excelente presentación, lo que contenían tres EP lanzados previamente. El grupo dice hacer Rock Progresivo Alternativo y una de las frases que les hemos dedicado, para que entréis en contexto, es: “Un nuevo desafío para oyentes con ganas de ser sorprendidos. Elementos visuales, literarios y musicales, al servicio de un mismo concepto y viaje interior”.

Mantenemos una larga conversación con Edgar Soberón (cantante y guitarrista), pero alrededor nuestro está el resto de la banda: Moisés Martín (guitarra), Rodrigo Téllez (bajo), David Fernández ‘Darwin’ (batería) e Iván Mella (teclados), quienes intervendrán en momentos puntuales a preguntas que haremos a todo el grupo.


por Jon Marin


Vuestros primeros pasos como Hiagen creemos que se remontan a 1996 con una parada de más de una década hasta que retomáis el proyecto de nuevo. ¿Podríais explicarnos con vuestras palabras la historia del grupo para situar a nuestros lectores?

Edgar: -El origen fue inolvidable, éramos cinco chavales compañeros de instituto aprendiendo a tocar los instrumentos prácticamente desde cero. Estábamos en pleno festín musical de mediados de los noventa y la banda se formó en un pueblo pequeño de la costa de Asturias que se llama Luanco. Como nadie tenía aún internet, tenías esa sensación de que quedaba muchísimo por descubrir e inventar. Nuestro local de ensayo era además un gran espacio donde un buen grupo de gente muy variopinta nos pasábamos el día encerrados tocando, pintando, hablando… Construimos un pequeño micromundo que en muchas cosas aún echo de menos. Quienes fundamos la banda todavía hoy en día mantenemos una amistad inquebrantable. Poco después nos mudamos a otro local, era un antiguo bar cerrado que nos alquilaron a precio ridículo -caro para nuestros medios-, allí comenzamos a construir un habitáculo insonorizado para poder ensayar, pero después de meses de trabajo -recopilar los materiales era algo titánico para nosotros y nuestro dinero se iba en el alquiler- tuvimos la desgracia de que un incendio lo consumió completamente.

-¡Qué mala leche!

-Sí, ocurrió irónicamente la mañana del día en que lo teníamos pensado estrenar. Aquel día perdimos todos nuestros instrumentos, amplificadores, la batería… no quedaron ni las púas. Esto fue en abril del 2000. No dudamos en seguir adelante, pero la banda se acabó evaporando sin que hubiésemos llegado nunca a decidir conscientemente disolvernos o dejarlo. De la banda original solo quedo yo actualmente y fue diez años después, ya en Madrid, donde, al arrancar un proyecto, quise mantener vivo el nombre. Supongo que los lectores, al leer la historia, imaginaréis por qué. De hecho, dos de las canciones de este nuevo disco se compusieron en aquella época, hace más de veinte años.

El primer disco de Hiagen sale entonces en 2010. ¿Qué nos puedes contar de aquel «El increíble hombre menguante»?

-“El increíble hombre menguante” es un disco de factura casera en el que creo que hay buenas canciones pero con un acabado técnico infernal que las hace poco accesibles, pero fue el primer paso y sembró el camino que más tarde tomó la banda.

El segundo lo sacasteis en 2014, titulado «Los últimos días de Pompeya».

-Cuando, tras la refundación, la nueva formación se asentó -en aquel momento éramos seis personas-, estuvimos tres años trabajando en “Los últimos días de Pompeya”, un disco muy conceptual, oscuro, que se endureció bastante cuando en la batería Richard Hidalgo le dio el relevo a David Fernández ‘Darwin’, que fue quien finalmente lo grabó y se quedó en la formación hasta hoy en día. Es una narrativa que engloba un compendio de historias preapocalípticas que tenemos pensado remezclar en un futuro próximo.

Llegamos al penúltimo disco de vuestra carrera, hasta hoy: «El diálogo interior», lanzado en 2018.

-“El diálogo interior” fue el momento de madurez de aquella formación. La posibilidad de grabar con Carlos Santos en los Sadman Studio fue la clave que hizo encontrarnos por fin con el primer disco del que estábamos al cien por cien satisfechos. Es un truculento viaje por el universo interior de la culpa, otro álbum conceptual y experimental que tiene, por cierto, tres posibles órdenes alternativos cuya clave se esconde en el interior del libreto.

-Más que interesante… como el nuevo trabajo llamado “El planeta cúbico”. ¿Qué tiene éste que lo diferencia de los anteriores? ¿En qué crees que habéis mejorado?

-Un factor importante fue que a principios de 2019 hubo un importante cambio de formación cuando tres de los seis miembros de la banda se fueron. Poco después se incorporaron Moisés Martín -que ya había estado en el grupo anteriormente- e Iván Mella a los teclados. Muchas de las nuevas canciones eran más melódicas y el sonido global tomó un giro mucho más orgánico, más digerible, en gran parte por gusto y el dominio de la guitarra de Moisés, y por los sintetizadores; a diferencia de en los discos anteriores, la presencia de Iván los trajo a un primer plano. Es un disco muy ecléctico y con algunas canciones que llevan una gran carga emocional. Para nosotros, sin duda, el mejor y más directo hasta la fecha. Por supuesto volvimos a Sadman Studio, donde Carlos Santos nos entiende y nos sufre a partes iguales mejor que nadie.

El disco está dividido en tres capítulos que se han ido presentando, separados en el tiempo, en tres EP.

-Teníamos material para un disco doble y no teníamos ni el tiempo ni el dinero para sacarlo adelante, por lo que terminamos eligiendo las canciones que nos parecían más diferentes entre sí, pero aun así era un álbum largo. Eso hizo que, al trabajar con su orden, nos diéramos cuenta de que como mejor funcionaban narrativamente era en tres bloques diferenciados y, al ser un disco inspirado en un libro, nos pareció ideal concebirlos como capítulos. También de paso decidimos aprovechar para amortizar mejor el esfuerzo separando su presentación en el tiempo.

(Continuará)