La primera obra musical del cuarteto Shurakay, “Overseas tales” (“Cuentos de ultramar”), está publicada en formato físico (doble CD) y en plataformas digitales. Es un doble trabajo conceptual en el que cada canción cuenta una historia a través de la música totalmente recomendable para los amantes del Rock Progresivo “o Sinfónico, como se le solía llamar en los setenta”, según palabras de la banda.
Le hemos pedido a Dani Payá, guitarrista, que seleccione a sus artistas favoritos, pero Dani nos ha sorprendido con unas declaraciones sobre su vida, personalidad y gustos musicales, y un montón de menciones que os pueden venir muy bien para debatir. Es tanto, que os lo ofrecemos por partes; aquí va la segunda.
Electrónica
Por una cuestión generacional y, probablemente, por la parte del mundo en la que me tocó nacer, la música electrónica siempre ha estado ahí. Desde la radio, la televisión, el cine… ¿Quién de esa generación no ha escuchado Axel F? ¿Rock it? ¿Kraftwerk? (Mi padre siempre ha estado pilladísimo con ellos). Por un lado, las cajas de ritmo, base del Rap y después del Hip Hop. Por otro, los colchones que acarician los oídos como una pluma y nos inducen a paraísos sonoros oníricos, o esos soniditos abstractos tan flipantes, marcianos, salidos de otra realidad… Todos me cautivaban al instante. Además, el synthpop de los ochenta sonando a todas horas, el italopop, el acid, el house, The sound of C, Kitaro y sus efervescentes versiones… La tímbrica tenía un universo nuevo al que viajar, investigar y dejarse llevar, por no decir las posibilidades que ofrecía cualquier teclado o aparato electrónico. Toda una banda, incluso una orquesta, al alcance de tus manos. Irresistible. Por cierto, aconsejo un libro sobre la historia de la música electrónica que empieza desde Debussy, Satie, etc., tiene sus años pero merece la pena, se llama “Loops”.
Artistas que destaco: Jean-Michel Jarre, Kraftwerk, Kitaro, Kruder & Dorfmeister -el disco The K & D sessions-, Nadia Struiwigh, Nightmares On Wax, Nils Frahm, Pierre Schaeffer, Trentemøller, Throwing Snow y Ultravox.
Flamenco y derivados
Si bien había estado ahí desde mis primeros años, ya que me he criado en dos barrios de Madrid llenos de comunidades gitanas, como lo eran Vicálvaro y San Blas, el flamenco entró tarde como estilo al que le prestara la atención que se merece. Cuando lo hizo, fue fulminante. En casa, mi primera cuna musical, se escuchaba mucho Rock andaluz: Alameda, Medina Azahara, Triana, Lole y Manuel… Me encanta la energía arrolladora y que, como decía el maestro de maestros Paco de Lucía, ‘te parte’. No puedes quedarte impasible. Puede que te guste o no, pero no te deja igual. La riqueza con la que ha ido ampliando su armonía, creciendo y volviéndose cada vez más camaleónico, es también una muestra de la necesidad que tenía de romper sus cadenas. Una música que el mundo se estaba perdiendo; si bien era escuchada, no se entraba en ese mundo si no eras de una tradición más bien purista. Ahora está al alcance de todo el que quiera conocerla y eso la hace más cercana, tan próxima al gran público y a las comunidades de músicos, lo cual la hace más moldeable. ¡Qué bien que no nos hayamos perdido la sensibilidad y la intensidad emocional del flamenco!
Mis favoritos son: Alameda, Camarón, Chicuelo, Enrique Morente, Imán, Lole y Manuel, Manolo Sanlúcar, Medina Azahara, Miguel Poveda, Paco de Lucía, Pata Negra, Smash (Manuel Molina), Triana, Veneno y Vicente Amigo.
Funk, Acid-Jazz
Me he pasado años tocando estos estilos. Divertido, bailable, necesitado de energía para ser disfrutado e interpretado. Es como una sopa o una ensalada, puedes echarle de todo. Dale groove y toda la imaginación que quieras. Desde que músicos como Herbie Hancock o Stevie Wonder, entre muchos otros, introdujeran armonías jazzeras y líneas de bajo cada vez más elaboradas, se convirtió para mí en un estilo de jazz moderno, pero enfocado a lo lúdico más que a lo intelectual. Música de baile sofisticada. En mi opinión, los que más han llevado sus producciones a este nivel de exquisitez y calidad han sido Incognito y Marcus Miller –multiinstrumentista, aunque conocido por tocar el bajo-. Mucho ha sido lo que ha acercado el acid-jazz a los músicos a tocar más jazz, de una manera más desenfadada y amena que el jazz tradicional -teniendo en cuenta la enorme cantidad de subestilos que eso engloba-. El haberse colado en las listas de éxitos y haberse hecho popular, ha acercado a mucho público proveniente del funky–soul clásico o del disco setentero. A finales de los noventa y principios de los dos mil, la mayoría de producciones contenían esa influencia funky/ acid-jazzera. Ahora se ha consolidado como una parte troncal de los estilos básicos al aprender un instrumento, poniendo atención sobre la que, posiblemente, sea la faceta más importante de la música: el ritmo, el groove.
Destaco a: Bobby Lile, Brand New Heavies, Bootsie Collins, Chaka Khan; Earth, Wind & Fire; Herbie Hancock, Jamiroquai, James Brown, Marcus Miller, Me’Shell Ndegeocello, Michael Jackson, N’Dea Davenport, Parliament, Prince, Sade y Sly and The Family Stone.
Jazz
Prácticamente comencé a introducirme en el mundo del jazz al empezar a tocar la guitarra. Si estudiabas un instrumento en esa época, las escuelas se dividían claramente en dos estilos: o clásica o jazz. Así que las escuelas de moderno basaban su temario en la tradición jazzera. Las primeras clases que recibí fueron después de dos años tocando de modo totalmente autodidacta en casa. Me las regaló mi tío y fueron yendo a casa de un colega suyo guitarrista que vivía en Castelldefels. La verdad es que me ayudó mucho a poner un poco de orden y a saber los nombres oficiales de escalas y acordes que había ido encontrando por mi cuenta, y también gracias a la ayuda de algunos libros o apuntes de mis colegas que tocaban. Fue en esas clases donde conocí por primera vez el archifamoso “Real Book” y empecé a tocar mis primeros estándares de jazz. Eso me llevó a escuchar todo el jazz que pude, teniendo en cuenta que no teníamos internet con YouTube, Spotify, etc. Tenías que buscártelo por tus medios. En casa había algunos discos de jazz, pero no demasiados. Así que fue un peregrinaje a caballo entre las cintas de casete grabadas por amigos o conseguir, años después, discografías a precio de saldo en míticas tiendas de Barcelona como Discos Pelayo. Es curioso, los caminos que ya no empiezas a andar de mano de las primeras influencias de tu entorno, suelen ser como el primero que andas. Paso a paso. Descubrir el jazz manouche o el swing francés para otros, fue una revelación total. Django Reinhardt y Stéphan Grappelli con su Hot Club de France fueron una bocanada de aire fresco dentro del descubrimiento del mundo del jazz. Tocaban con un sentimiento desatado, lleno de energía y ritmo frenético, y con una exquisita sensibilidad en las baladas. Era más rockero que el jazz tradicional, más actitudinal. En concreto, las canciones Nuages y Liebestraum n.º 3 me rompieron todos los esquemas, y son precisamente baladas. Si tuviera que quedarme con un estilo dentro del jazz, sería con éste. Por otro lado, aunque para muchos jazzeros es un tópico manido, si tuviera que quedarme con un disco -tarea muy difícil-, sería con el Kind of blue de Davis. Mucho feeling, composiciones abiertas y de fácil escucha, frescas tanto en estructuras como en espontaneidad. Ese es el concepto con el que me quedo del jazz: la espontaneidad.
Mis favoritos: Bill Evans –Piano-, Cannonbal Adderley, Chet Baker, Django Reinhardt, Duke Ellington, Herbie Hancock, Jean-Luc Ponty, John Coltrane, Joshua Redman, Miles Davis, Pat Metheny, Stéphan Grappelli y Sony Stitt.
(Continuará)