Todo festivalero español que se precie ha de acudir, al menos una vez en la vida, a la Finca Mesegosillo de la localidad abulense de Hoyos del Espino. Músicos en la Naturaleza apunta por dónde van a ir en el futuro -o por dónde nos gustaría que fueran- este tipo de acontecimientos: enclaves naturales, respeto por el medio ambiente y una programación escogida en la que prime la calidad frente a la cantidad.

La experiencia en la Sierra de Gredos fue modélica desde su inicio, que en nuestro caso fue un viaje directo desde Madrid en uno de los dos autobuses que la organización había llenado con público de la capital. Muchos otros autocares vinieron de distintas partes del país a esta decimocuarta edición del «festi», que recibió a sus asistentes con el regalo de una mochila ecológica en la que se incluían una bolsa de basura, un cenicero para las colillas y un vaso de plástico para la bebida, que invitaba a rellenarlo sin pedir uno nuevo.

A efectos de organización hay que destacar su esfuerzo por hacer las cosas con absoluta transparencia. De hecho, Músicos… mantienen en su web oficial un foro sin censura abierto a las críticas (y halagos), pero también al libre intercambio, canje o venta de entradas entre los asistentes. Así es como se lucha contra los sinvergüenzas de Viagogo… y lo demás son tonterías. La coordinación de medios incluyó un grupo específico de WhatsApp y reunión previa de gráficos y redactores, lo que no debería ser noticia pero lo es. Si el próximo año colocan el photocall del artista principal a una escala 1:1 , ¡¡mucho mejor para las fotos de recuerdo y sobresaliente directo!! !

La cita comenzó a las ocho y media de la tarde con Rulo y la Contrabanda o, mejor dicho, con un comentario muy cabroncete que escuchamos en el bus. «El otro día estuvo Rulo en el chalet de Fito, que le enseñó una piscina llena de monedas. ¿Qué tengo que hacer para conseguir esta piscina, Fito? Pues la misma música que hago yo, tronco». Cierto es que Rulo cada vez suena más a Pereza y menos a La Fuga, pero el público -que por edad dudamos que conociera bien su obra- disfrutó con una previa de Rod Stewart de canciones suaves pero bien armadas.

Hace un año vimos al músico cántabro como telonero de Rosendo en las fiestas de Majadahonda y el repertorio fue muy similar, con porcentajes bien medidos de sus clásicos con La Fuga, algunas de sus mejores composiciones en solitario («Mi Cenicienta», «Heridas del Rock ‘n’ Roll»… ¡pero no «Divididos»!) y canciones menos conocidas, casi todas de su último disco: «El Doble de Tu Mitad».

Rulo ya no parece el alma torturada que tantas buenas, nostálgicas y a veces también tristes letras compuso para unas canciones que siempre tocaban la fibra sensible. Hoy transmite seguridad, alegría y una empatía con el público que le llevó a subir al escenario a una niña pequeña llamada Alicia, con la que interpretó unas estrofas de su tema «Pa’qui pa’lla». En definitiva, una buena oportunidad de visibilizarse frente a un público senior que terminó satisfecho con su propuesta.

 

Rod Stewart es «un caso», que diría mi madre. El antiguo vocalista de The Faces -banda histórica de la que sonó ‘Stay with me’- se movió y bailó con la agilidad que le permiten sus 74 gamberros años. Y lo hizo gracias a que su concierto no fue una sucesión de las baladas que le han hecho (aún más) millonario con la fórmula  ‘American Songbook’, sino a una selección de sus éxitos más discotequeros y vitalistas. Algunas baladas bajaron la intensidad y el ritmo, pero hubo Rock and Roll clásico (‘Sweet rock and roller, con mucho sabor a Chuck Berry) y clásicos aplastantes como ‘Forever young’, ‘Baby Jane’ o ‘Sailing’.

El espectáculo que ofreció el vocalista británico fue un show propio del hotel de Las Vegas para el que fue concebido. Seguimos esperando que el glamour vuelva por fin al mundo del Rock, porque la estética de su recital fue deslumbrante… y eso da envidia, mucha.

La banda que le acompañó vistió de una atractiva y elegante mezcla de blanco y negro, mientras unas espectaculares coristas lucían unos vestidos similares a los de Salomé en Eurovision. Suya por cierto fue la interpretación exclusiva de ‘She works hard for the money’, de Donna Summer, uno de tantos temas de transición que dieron minutos de descanso al rubio vocalista. Una de las voces femeninas hizo el papel de Tina Turner en ‘It takes two’, la canción que Rod compartió con The Acid Queen.

En cuanto al seguidor más ilustre del futbolero Celtic de Glasgow, su amplio fondo de armario -muy de una imaginaria línea Marbella- le permitió cambiarse de vestuario en un constante «más difícil todavía» de la excentricidad o el estilo personal -juzguen ustedes-. Desde luego, ni una concesión al aburrimiento desde el primer minuto de la gala al último de su único bis -‘Da Ya Think Im’m Sexy?’- , aun cuando la pantalla posterior de proyección se estropeó al poco de comenzar el recital y ya no volvió a funcionar.

La parte dedicada al formato más íntimo se inició con el despliegue de unos sillones blancos más propios de una tertulia política, que su corte femenina ocupó con resolución para abordar un set de cuatro canciones emotivas y románticas: ‘I don’t want to take about it’, ‘The first cut is the deepest’, ‘You’re in my heart’ y ‘Have I told you lately’.

Frente al público se desplegó un combo de mujeres instrumentistas, que tan pronto tocaban el violín como la pandereta, las congas, la percusión o incluso el arpa. En su grupo de apoyo hay espacio para un saxofonista a lo Clarence Clemons de Bruce Springsteen, un pianista y una base clásica de dos guitarras, bajo y batería, con la que sorprender en una inesperada versión del instrumental ‘Going home’, de Mark Knopfler, que popularizó la película ‘Local hero’ (aquí estrenada como «Un tipo genial»).

Rod fue perdiendo intensidad en la voz a medida que avanzó el repertorio, pero poco importó. Su carisma y simpatía son arrolladores y contagian positividad a cada instante. Da igual que termine poniéndose un tanga en la cabeza o que sus movimientos parezcan torpes cuando en realidad son espontáneos y divertidos. Nos encontramos ante un tipo que enamora y/o cautiva según cada cual…, que no tiene nada pero que a la vez lo tiene todo. Una vez más, recordemos a Lola Flores: «no canta, no baila, pero no se lo pierdan».

 

The Waterboys aprovecharon para soltarse en directo, justo un día antes de su concierto junto a Paul Carrack en el ciclo madrileño Noches del Botánico. El cantante, guitarrista y pianista Mike Scott es el alma de una formación en la que actualmente militan otros cinco veteranos músicos de entregada vehemencia en directo, especialmente desde los teclados (Brother Paul) y el violín eléctrico y la mandolina (Steve Wickham).

El Pop británico siempre ha sido muy recibido en España, donde algunos de sus éxitos forman parte de la cultura musical de un par de generaciones. En este sentido, The Waterboys gestionaron bien sus dos benditas «condenas» particulares, como son sus temas más conocidos: ‘Fisherman blues’ y ‘The whole of the moon’, a los que rodearon de una selección acorde a un público no especializado.

 

Terminar su actuación con una versión de ‘Jumping Jack Flash’, de los Stones, fue una rúbrica excelente para este Músicos en la Naturaleza 14.0. Fue una lástima que el complicado cambio de escenario de Rod Stewart perjudicara su salida en tromba, que se produjo con algo de retraso. El quinteto se encontró con un público que ya andaba colocándose la sudadera para combatir el frío nocturno, pero al que no tardaron más de veinte minutos en conquistar con su entrega y profesionalidad. Muchos otros aprovecharon para abandonar el recinto y tratar de evitar los embotellamientos de salida, por lo que se perdieron un buen colofón de Classic Rock.

‘Not my cup of tea’, que dirían los británicos. Pero quien sabe si tacita a tacita termine por acostumbrarme a este grupo con ese regusto evocador y nostálgico, que tanto nos cautiva en otras formaciones similares de Folk-Pop narrativo como The Immaculate Fools, por poner un ejemplo de sonido afín.

Leo Cebrián Sanz