Azucena Martín-Dorado es, en solitario, Azuzena. Nacida en Madrid en el seno de una familia de artistas, la primera cantante de Santa comenzó en el mundo del espectáculo cuando aún era una niña. Sus progenitores eran profesionales de la copla y el flamenco, y lo primero que escuchó Azucena en casa fue canción española. Esta faceta, desconocida para muchos, le permitió vivir del mundo del espectáculo hasta su decidida conversión al Rock. Hizo galas como bolerista, bailarina y tonadillera en todo tipo de teatros y salas de fiestas, forjando unas tablas que posteriormente le ayudarían a dominar el escenario con aplastante seguridad.
Decidida a cambiar de aires e involucrarse en aquello que más le gustaba, Azucena contactó en 1982 con el grupo Huracán, que por entonces buscaba cantante. Esta banda, en la que militaba el guitarrista Dios Ponce, fue la puerta que le dio acceso a Santa. Entró en el cuarteto de la mano de Juan Luis Serrano y Fernando Sánchez, bajista y batería de Obús. La historia con la banda del guitarrista Jerónimo Ramiro, los bajistas Julio Díaz y Diego Jiménez, y el batería Bernardo Ballester hizo grande la leyenda de Azucena.
Sin embargo, el empeño de Jero en ser quien decidiera la dirección artística del proyecto determinó que la relación con sus compañeros fuera muy complicada. Azucena fue la principal perjudicada, ya que tuvo que amoldarse al cambio de sonido que el guitarrista impuso en el segundo disco de Santa: «No Hay Piedad para los Condenados». Mientras la situación se enrarecía, el entorno de la vocalista le animaba constantemente a probar suerte en solitario. Era cuestión de tiempo que el conflicto estallase, y éste se concretó en la salida voluntaria de Azucena en 1985.
Su carrera en solitario tardó más de lo previsto en arrancar, ya que los problemas contractuales con Zafiro silenciaron su carrera durante tres años. Sin embargo, el prestigio ganado en Santa era mucho y gracias a ello los fans mantuvieron el interés por su nueva trayectoria. En todo este tiempo, Azucena fue fraguando su proyecto en solitario en compañía de los músicos de dos bandas madrileñas: primero Esfinge y luego Cráneo. Posteriormente configuró un grupo en el que participaban algunos componentes de Raza y Labanda. Leonel Vignola y Jorge “Flaco” Barral, que habían caminado juntos en ambas formaciones, no llegaron a grabar el disco, pero aportaron tres canciones para el debut de Azuzena con “z”.
“La Estrella del Rock” (Luna Records, 1988) era un cambio manifiesto de registro, en el que la cantante abandonaba el Heavy Metal para consagrarse a un tipo de Rock melódico de tintes más comerciales. Cuando todo el mundo esperaba el regreso de una Azuzena igual o más metálica en imagen y estilo, ella optó por una vía intermedia que le puso rápidamente en tierra de nadie. Este esfuerzo por convertirla en la Joan Jett española contaba con la ayuda de un equipo de músicos y autores de compleja asimilación.
Por un lado estaban los instrumentistas que firmaban la grabación: Manuel Maestre (guitarra, coproductor y autor de una de las canciones), Carlos Guardado (bajo), Nacho Blanco (batería), Óscar Mira (teclados y piano), Tito Duarte (saxo, flauta y percusión) y Raquel Ramírez y Raquel Ríos (coros). Por otro, compositores atípicos para el Rock fuerte como Manolo Tena, de Alarma; el cantautor Hilario Camacho -quien por cierto ya había coincidido con el anterior en Cucharada-, el periodista Moncho Alpuente o Juan Cerro. La nómina de colaboradores era pues bastante atípica, y se notó en el resultado.
Para mayor despiste, Azuzena incluía dos versiones en este disco de estreno: “La estrella del Rock”, la adaptación en castellano del tema de Mina, y “Parece lógico (Male D’Africa)”, otra muestra más de canción italiana pura y dura. Al igual que le ocurría a su compañera Amaro en Barcelona, Azuzena se rodeaba de demasiadas ayudas que la impedían expresar todo su potencial.
Había canciones interesantes y pegadizas, como “Colgada de ti” o “Me derrumbas”, pero era evidente que el público de Azuzena no era otro que el metalero. El puesto de vocalista rockera para el mercado comercial ya lo ocupaba Luz Casal, quien por imagen y estilo representaba la alternativa blanda a lo que Azuzena proponía. La contratación de directos se resintió, por lo que se imponía una vuelta a las raíces que habían hecho grande a la madrileña.
“Liberación” (Luna Records, 1989) es justo lo que revela el título. Asumido el error táctico, Azuzena decide volver por sus fueros y para su segundo disco se hace acompañar de una solvente formación que le garantiza un sonido más duro. Este nuevo grupo de apoyo sonaba compacto y se acoplaba mucho mejor a sus tesituras vocales. Con el tiempo, dos de sus muy jóvenes compañeros de banda se convertirán en reputados instrumentistas: Pedro Andrea con las guitarras solistas y rítmicas, y Jaume Pla a la guitarra solista en dos de los temas. Completaban la formación el bajista José Juan Martínez y el batería Óscar Palacios. Los productores del disco, Javier Paradas y José Segura, también participaron con la guitarra y el bajo, y los teclados y el piano, respectivamente.
La portada recupera a una Azuzena en plan “tigresa”, vestida con su famoso corsé de diamantes y encaje. Dentro, un recortable similar al exhibido por Bella Bestia en su tercer disco, que caracterizaba a la cantante en unos divertidos dibujos que iban del sadomasoquismo al folklore andaluz. Azuzena demostraba que tenía sentido del humor y se mostraba más cómoda y relajada ahora que volvía al Rock potente. El equipo de producción era casi el mismo, pero esta vez las canciones respetaron la visceralidad de la intérprete y potenciaron sus facultades vocales. Volvieron a figurar como compositores algunos de los ya citados (Vignola-Barral con “Romperás su corazón”, el clásico de Raza; Moncho Alpuente). También se sumaron otros nuevos como los citados “Obuses” Juan Luis Serrano y Fernando Sánchez, y la propia Azucena en un par de cortes.
Como tampoco en esta ocasión la incidencia del disco fue notable, la vocalista optó por un discreto retiro. A comienzos de los años 90 se especuló sobre su posible regreso, pero nada llegó a concretarse. Su muerte el 31 de enero de 2005 fue un duro e inesperado golpe para los fanáticos del Heavy Metal español de los 80. De alguna manera, su desaparición certificaba el implacable paso del tiempo -dos décadas entonces desde los tiempos de oro del género en nuestro país- y la confirmación de que aquellos años tan excitantes y creativos habían entrado ya en el patrimonio de la nostalgia.
Existe una página en Facebook que honra la memoria de Azucena. En ella colaboran personas muy cercanas a la vocalista, además de un buen número de admiradores, seguidores y fans, que constantemente aportan material inédito sobre su carrera. 100% recomendable por el tono de respeto con el que se manejan sus contenidos y comentarios: https://www.facebook.com/groups/1712332169012592/ (Fans de Azucena Dorado, vocalista del grupo Santa).
Leo Cebrián Sanz