Madrid, 1985. Desde hace tres años, los barrios obreros de la capital laten eléctricos al ritmo del Heavy Rock nacional, que ha llenado las carpetas de los quinceañeros de los logotipos de Barón Rojo, Obús, Pánzer, Santa, Sobredosis y media decena más de nombres. La Movida arrasa en el centro de la ciudad, pero en el extrarradio el Rock Duro marca la pauta. Ante la inhibición del Punk, es el Heavy el estilo que define el ocio juvenil de distritos como Aluche (Latina), Carabanchel o San Blas.

La zona sur de la Comunidad de Madrid es el otro gran hervidero madrileño de público afín y jóvenes músicos de Heavy. Aficionados y futuros profesionales han crecido con el oído pegado a La Emisión Pirata y los demás programas especializados de radio que copan el dial local. Cada semana disfrutan con el vídeo “jebi” que TVE ofrece en el espacio musical Tocata y los fines de semana la cita es discotecas como Canciller, Barrabás y Piscis.

En una de aquellas ciudades del sur, Pinto, nació en 1982 la banda que mejor representaría el sentir melódico del Hard Rock en castellano. Tras un inicio consagrado a las versiones, Sangre Azul tomó cuerpo definitivo tres años después. Dos de sus músicos ya se habían hecho un pequeño nombre propio: el vocalista José Castañosa “Lili”, quien en 1983 había ganado el V Trofeo de Rock Villa de Madrid junto a Tritón, y el bajista Julio Díaz, cuyo currículo presentaba el único disco de Mazo y el primero de Santa. Sus compañeros eran los guitarristas José Antonio Martín y Carlos Raya -que era quien hacía latir el pulso instrumental- y el batería Luis Santurde.

El éxito popular del Heavy en España había llegado a ser tan importante en la primera mitad de la década que la segunda fue terreno abonado para la ramificación del movimiento en tres tendencias: Heavy Metal clásico y “tachuelero”, AOR y Hard melódico y, finalmente, Thrash Metal. Sin apenas referentes, Sangre Azul desarrolló su propia versión de ese Heavy Rock de estribillos y solos que arrasaba en Estados Unidos, donde grupos como Bon Jovi, Dokken o Ratt estaban revolucionando el panorama de la música dura.

Durante dos años, las horas y horas de ensayo prepararon al grupo para competir en directo con las decenas de bandas madrileñas de guitarras duras. Por aquel entonces el concurso de Rock Villa de Madrid garantizaba a ganadores de calidad y futuros discográficos más o menos seguros, y Sangre Azul aprovechó la coyuntura de su frescura para ganar la octava edición del certamen. El vinilo del premio fue editado por la Concejalía de Juventud del ayuntamiento de la capital e incluyó cuatro de sus temas históricos: “El rey de la ciudad”, “Todo mi mundo eres tú”, “Chicas, whisky y rock & roll” y “Rock & roll es libertad”. Lo grabaron en los madrileños estudios Musigrama.

Los dos primeros se hicieron muy populares gracias a la infinidad de emisoras libres que emitían metal en el Foro y el grupo inició su crecimiento al conseguir fidelizar a una audiencia cada vez más nutrida. En este cruce de caminos, su cantante “Lili” protagonizó uno más de sus personales cambios de tercio y su lugar fue ocupado por Tony Villalba, quien ya había templado sus cuerdas vocales en un grupo radicalmente opuesto a Sangre Azul: los Muro de su etapa «vikinga».

El quinteto necesitaba plasmar cuanto antes su dulce momento creativo y no dudó en autofinanciarse el master de su debut. Sólo pudo hacerlo cuando, después de ganar el Villa, Sangre Azul tocó sin descanso durante una temporada. El trabajo en vivo les ayudó a costearse la grabación y además resultó fundamental para soltarse en directo. La grabación del que habría de ser su primer LP se efectuó en septiembre de 1986 en sus estudios fetiche: los Mediterráneo de Ibiza, adonde regresarían para dar forma a sus otros dos discos. En todos los casos el ingeniero fue Dennis Herman, todo un clásico en el panorama duro nacional y el responsable en la sombra del sonido Sangre Azul.

Sus entonces managers, el veterano Javier Gálvez y Ángel Vallecas, negociaron junto al road manager y productor ejecutivo del grupo, el argentino Darío McBrian, un flamante contrato con Hispavox. El propio McBrian firmó la producción ejecutiva. «Obsesión» fue un disco bendecido por un repertorio afortunado y unos intérpretes cargados de voluntad e ilusión contagiosa.

El álbum apareció en 1987, como si de unos Whitesnake castizos se tratara. Los singles de su estreno fueron dos: «Todo mi mundo eres tú (cara A) / Maestro del crimen» (cara B), y «América / Invadiendo tu ciudad». La versión en cassette añadía al repertorio la recuperación de una de sus canciones más conocidas, “El rey de la ciudad”, esta vez interpretada por Tony.

El compromiso de Hispavox con el quinteto partió de una convicción común, aunque poco a poco se diluyó ante lo que la compañía consideraba unas ventas insuficientes de los discos de los madrileños. Fue al comienzo de su relación contractual cuando la disquera echó el resto y trató de colocar a la banda en un estrato diferente al puramente Heavy. Los cinco “sangres” llegaron a actuar en el programa televisivo matinal del presentador Jesús Hermida (¡rodeados de niños!) e incluso una de sus portadas lució espléndida en las grandes vallas publicitarias del metro madrileño.

Los esperanzadores resultados comerciales de “Obsesión” permitieron que “Cuerpo a cuerpo” (1988) gozara de un buen presupuesto de grabación. La producción mejoró de forma notable y artísticamente el grupo optó por la melodía frente a la potencia eléctrica de su debut. La elección de sus singles reforzó esta tendencia: «No eres nadie» (promocional con un único tema), «Cuerpo a cuerpo / Síguelo» y “Mil y una noches / Alejandría” (la novedad instrumental del vinilo).

Con este segundo disco Sangre Azul demostró sus credenciales: un equipo equilibrado y seguro de su talento, con un buen nivel a la voz, contundencia en la base rítmica y un par de delanteros para hacer los goles, de los que destacaba el crack Carlos Raya. Para muchos críticos se trataba del mejor guitarrista de Rock Duro que existía por entonces en España -por detrás de Salvador Domínguez y los hermanos De Castro-, un niño prodigio con estilo propio y las tablas innatas del clásico guitar-hero de los ochenta. Él y Tony eran los líderes naturales de Sangre Azul, una dupla de inferior edad a la sus compañeros, llena de una inercia vitalista que siempre tiró de la banda hacia arriba.

Los primeros SA del rock español nunca fueron un grupo polémico, pero sí generaron noticias propias de esas rock-stars americanas a las que tanto admiraban. Las hubo anecdóticas, como la operación de nariz de su segundo vocalista, pero otras provocaron cierta controversia. En este sentido, la expulsión de J.A. Martín fue contestada por parte de sus seguidores. El eterno segundo guitarrista de Sangre Azul fue sustituido por Juanjo Melero pocos días antes de la grabación del álbum que habría de cerrar su trilogía. Melero fue un perfecto reemplazo, ya que le avalaba su experiencia previa con Cráneo y Marshall Monroe, un grupo éste surgido a la sombra directa de Sangre Azul.

Continuará…

Leo Cebrián Sanz

[Texto completo -con insertos inéditos- del cuadernillo publicado en «Sangre Azul. The Platinum Collection», reedición en CD de los tres discos del grupo, publicada en 2008 por Hispavox].