El batería James Kottak, conocido por su trabajo en Scorpions o Kingdom Come, ha muerto el 9 de enero de 2024. Tenía 61 años.

Además de los dos grupos mencionados, Kottak hizo alguna gira con Warrant y unos conciertos con DIO. También pasó por la banda Krunk en los años noventa, en la cual abandonó la batería para ser cantante y guitarrista.

Hoy el grupo Scorpions, en el que Kottak militó desde 1996 hasta 2016, ha publicado en redes sociales: «Muy triste noticia… nuestro querido amigo y baterista durante 20 años, James Kottak, ha fallecido a la edad de 61 años. James era un ser humano maravilloso, un gran músico y un cariñoso hombre de familia. Era nuestro ‘hermano de otra madre’ y lo extrañaremos mucho. Rock ‘n’ Roll por siempre. Descansa en paz, James».



Después de que James Kottak fuera expulsado de Scorpions, el guitarrista Matthias Jabs dijo hace seis años que él y sus compañeros de banda tuvieron que tomar la decisión de despedirlo porque ya le habían dado «todas las oportunidades» para mejorar: «James era muy buen amigo, y todavía lo es, pero no pudimos continuar con él. Le dimos todas las oportunidades… ¡y diez más! Fue algo que creció año a año: el hábito de beber alcohol. Iba por oleadas, a veces estaba bien durante cuatro semanas y luego llegaba el drama. Si esto afecta al espectáculo, te lo tienes que pensar, porque nuestra tarima de batería se eleva a seis o siete metros y cuando el jefe de escenario te dice que no puede bajar las escaleras recto, pues te lo tienes que pensar, no lo puedes permitir. Eso afecta al concierto, no es bueno y no es profesional».

Continuó Jabs: «Lo estábamos ayudando, lo enviamos a la isla de Antigua [al centro, de lujo, de tratamiento de drogas y alcohol Crossroads, fundado por Eric Clapton], se lo pagamos nosotros, e hicimos todo lo que pudimos, de verdad, porque somos muy leales. Pero es difícil trabajar con alguien así durante veinte años. Llegó el momento de decirle: ‘Está bien, tienes que irte’. Llegamos al punto -o más bien, él llegó al punto- de que simplemente ya no merecía la pena. Después de tres meses o incluso cuatro meses de rehabilitación en Antigua, volvía a casa, comenzábamos de nuevo… y ni siquiera se podía hablar con él».

Información recopilada y redactada por Jon Marin