Dos fechas previas suspendidas por las sucesivas restricciones de la pandemia, dos años sin subirse a un escenario y un disco que fue publicado justo al comienzo del estado de alarma. La mala suerte no dura eternamente y el pasado sábado 8 de mayo fue el momento de celebrar la fe en el trabajo propio y la constancia en demostrarlo. La banda madrileña Bajopresión reunió a los suyos en la fiesta-concierto de presentación de su disco «Imperio de Monstruos», en medio de una algarabía y alegría colectiva que dejaba entrever la emoción del momento..

La cantidad de camisetas del grupo que vimos entre el público demostraba la fidelidad de su familia musical, tanto la propia -había hasta niños- como la que continúa fiel a su Hard Rock «a la madrileña», ese Classic Rock que tanto se practica en los locales de ensayos de la capital y su Comunidad. El evento sirvió también para presentar a su nuevo batería, Gabriel Ruiz Nogales, a quien se cedió su pertinente cuota de protagonismo durante un solo posterior al tema «Surcando los bares».

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El cuarteto interpretó hasta ocho canciones de ese tercer álbum que era el auténtico y objetivo protagonista de la noche: el homónimo tema que le da título, “Calor y fuego”, “Falso imperio”, «El guardián”, “Límites del miedo”, “Mi rebelión”, el ya citado “Surcando…” y “Ya eres uno más”. De su anterior «La Máquina de Sueños» -publicado en 2018- se recuperaron cinco temas: “El alquimista”, “Cien años más”, “Condenado a divagar”, “Delirios” y “Último adiós”. Finalmente, su debut de 2016, “Desafiando al Caos”, fue reivindicado mediante “Más allá de un sueño” y “Recuerdos del ayer”. Incluso hubo tiempo para presentar una nueva composición: “Hasta romper mi voz”, lo que sin duda redondeó un modélico repaso por el pasado, presente y futuro inmediato de los madrileños.

Bajopresión preparó el estreno de su última obra con mimo, subiéndose al escenario de El Elefante Blanco en una sesión vespertina con sus mejores galas y las hechuras de una premiere nocturna en toda regla. Para que el espectáculo resultara más atractivo y entretenido, la banda preparó pequeños guiños con los que sorprender a la audiencia, como esa inesperada aparición de una especie de encapuchada alma errante que se paseó entre los músicos y el público tras la intro vocal de «El alquimista». Fue tras una extraño descanso de cinco minutos -que por supuesto los fumadores convirtieron en quince-, que no obstante no rompió la magia de una noche que finalizó con el primer bis de «El último adiós» y el definitivo con «Más allá de un sueño».

Leo Cebrián Sanz