Sin miedo a equivocarnos, el autor literario y musical más prolífico del Rock español es José Luis Rodríguez Morcuende, un músico que unas veces es Morcuende y otras Ishtar, su grupo de siempre, del que esta vez presenta su quinta entrega. «Cinco» se anuncia en portada con el membrete de “Puro Rock”, que es exactamente lo que contiene esta colección de doce canciones y una pista extra: “El último en la fiesta”.
Este antiguo bajista de Ñu, aquel que sobrevivió al accidentado concierto multitudinario de San Isidro, ha vuelto a rodearse de la gran familia del Rock madrileño, esa que no tiene reparos en colaborar entre sí. En el caso que nos ocupa, José Luis es una figura tan respetada en la escena local que no nos extraña verle respaldado por semejante orla de veteranos compañeros.
Los guitarristas que desfilan por sus temas son Julio Castejón (Asfalto), Luis Cruz (Topo, Luis Cruz y la Furgoband), Eduardo Pinilla (ex-Burning, Pinilla Blues Band), Miguel Ángel Escámez “El Cachorro” -inabarcable curriculum, ya lo saben-, Nacho Ortiz, José Luis Ayuso y Carlos Díaz. Particular gesta o locura es haber hecho participar a siete de ellos en el Blues instrumental de “Padre”, seis minutos y trece segundos de culto al instrumento de las seis cuerdas, que recuerda mucho al desafío que Los Suaves llevaron a cabo en su día con “La noche se mueve” -¡aunque en aquella ocasión fueron veinte los minutos de solos por parte de los más veloces corredores del mástil!
Suyos han sido pues los fragmentos de «Padre» o las puntuales aportaciones a otros temas, pero quien ha tocado la guitarra como titular ha sido el propio productor del álbum: ese Javier Mira al que Morcuende considera a todos los efectos el otro miembro oficial de Ishtar. El guitarrista y productor comparte con José Luis la producción del disco y los arreglos de las composiciones, además de ejercer como exclusivo ingeniero de sonido en esta grabación datada entre enero de 2021 y mayo de 2022 en los estudios Look Record.
Vamos con el resto de esta selección nacional de músicos de postín. En la línea de los vocalistas encontramos a Juan Olmos -tan vinculado siempre a José Luis y Javier Mira-, Miguel Oñate (ex-Asfalto), Juan Márquez (Coz), Yolanda González y Guadalupe Sánchez. Finalmente, David Laorden toca el clarinete, José Barta (Júpiter) hace lo propio con los teclados y Anto Fernández se encarga de la percusión. Estos dos últimos lucen en otra pieza instrumental de la serie: “Introducción al…», que no es sino el preludio del siguiente título: “…Pasmarote”. Tanto ellos como sus compañeros y compañeras son considerados “Estrellas invitadas” de este “V” de Ishtar, lo que convierte el CD en un valioso testimonio y el retrato más fiel de la nómina del Classic Rock en la Comunidad de Madrid.
Aparte de gran director de orquesta de este entramado de talentos, José Luis ejerce como cantante principal y es quien vocalmente marca la pauta de las canciones. Las conoce bien, ya que firma todas las músicas y letras, a excepción de la compartida en lírica con Antonio Marín Albalate -la ya referida “El último…”-, y del último párrafo de “Un proyecto inacabado”, obra del añorado Germán Coppini, cantante de Siniestro Total y los posteriores y exquisitos Golpes Bajos.
En este viaje por el Rock Progresivo atípico de Ishtar, la rítmica e inicial fanfarria instrumental de “Hacia el confesionario” abre la puerta hacia el carnaval sonoro de “Aquel buen mundo de locos”, el Blues-Rock de “Demasiadas turbulencias” y el Boogie-Rock con evocación a Leño o Coz -claro, canta Márquez- de “Con los pies en el suelo”. Reina la alegría y el desenfado en «Iba tarareando algo» y la guasona «Que bailen los demás», mientras que «Días de gloria» suena a los Asfalto de finales de los 70. Como quien interpreta es Miguel Oñate, entendemos que José Luis ha elegido muy a quién le correspondía cada intervención vocal, adaptando sus partituras a las características del invitado/a estelar de turno.
Como siempre que Ishtar irrumpe en el panorama, el proyecto se convierte en un ejercicio de libertad absoluta, sin miedo a duraciones desacostumbradas de las canciones -los casi trece minutos de “Soné que soñaba”-, a volver a consagrarse al sentido del humor y la fina ironía como herramientas para relatar recuerdos del pasado (“Aquel buen mundo…”) o a abonarse a ese costumbrismo que tanto le conecta con su buen amigo Luis Cruz (“Iba tarareando algo”). A José Luis le salen las rimas con extrema facilidad y escribe sus textos con una fluidez envidiable, transmitiendo su aguda y a veces desengañada visión del mundo sin acritud ni negatividad. Tampoco hay sarcasmo ni cinismo -Dios nos libre-, sino la mirada de un curioso observador de la condición humana, que juega con la sabiduría y óptica que le proporcionan los años vividos.
Puede parecer que por encima de los valores musicales de «V» hay otros logísticos o puramente literarios, pero aquí lo que prima es la musicalidad por encima de todo. Ishtar nos felicita las Navidades con un disco ligero -pero con carga de profundidad en la intención-, antiguo en su registro sonoro -pero moderno en su consustancial falta de prejuicios- y una vuelta de tuerca más a la prolífica obra de José Luis Rodríguez, un tipo al que no hay manera de meterle en una etiqueta concreta y que se esté un rato quietecito.
Leo Cebrián Sanz