Seguimos dando visibilidad a trabajos literarios protagonizados por escritores que llevan el Rock en las venas. Desde que empezamos este monográfico han pasado un dispar de plumas que han aportado a la cultura escrita de este país, libros realizados con cierto regusto de alma literaria. En este caso nos acompaña en nuestro viaje entre las letras un músico, escritor y traductor, que hace “doblete” con las cuerdas de su guitarra y el contenido del diccionario de la Real Academia Española.

Con las orquestas empezó todo

Al oeste de la comunidad autónoma de Galicia existe una localidad llamada Cobres. Tomás nació allí, entre los bellos parajes del litoral de Pontevedra. Sus progenitores son el fruto de una interesante mezcla, la de un padre gallego -batería de profesión que emigró en los años 60 con su banda de la tierra al país de Kaurismäki- y una madre finlandesa que en aquellos lares conoció al instrumentista a través de la música, dando a luz en el año 1981 a un futuro escritor y también músico.

De nombre Tomás González Ahola, el futuro guitarrista se crió en el mundo de las orquestas gallegas, ya que su familia se ganaba el pan con esta actividad. Siempre estuvo rodeado de toda la parafernalia técnica que un músico tiene como herramienta, sintiéndose como pez en el agua en ese ambiente.

Concretamente fue su tío, con tan sólo 16 años, quien le reclutó como figurante para un grupo de esos que popularmente se denominan de “pachanga”. Esos tiempos pasados con su padre fueron un foco de sabiduría, hasta el punto de que era muy consciente de lo que significaba estar metido de lleno en la música, cuando canciones como “Paquito el chocolatero o “El chacachá del tren” formaban parte de la vida de este futuro rockero. Su relación con los equipos de sonido y demás tecnicismos propios de ese mundo le sirvió para integrarse sin problema en esa rueda de conciertos, llegando hasta tocar veinticinco fechas en un mes.

Curtido ya en el oficio, Tomás vivió lo del playback de primera mano, ya que era una práctica muy común en la época. Su papel consistía en lanzar una secuencia MIDI mientras los cantantes hacían su labor. El resto actuaban como si de grandes vocalistas se tratara. Paso a paso, él por su cuenta empezó a jugar con su instrumento sobre bases pregrabadas, a pesar de vivir situaciones de precariedad y jornadas interminables en esas diez temporadas de las que a pesar de todo supo sacar provecho.

Un filólogo clásico y una editorial: «qué pasa; aquí estoy, mundo»

Fue un dinero ganado a costa de “soportar” unas canciones que en la actualidad también nos martillean la cabeza durante esas típicas celebraciones en las que con una copa de más los “cuñaos” se comen y arreglan el mundo. Pero para nuestro protagonista, aquella etapa supuso una fuente de ingresos con la que llevar a cabo sus proyectos.

Una de esas actividades fue estudiar Filología Clásica. ¡Ahí es nada el gallego! Según el propio Tomás, la salida profesional de la actividad que había elegido para hincar codos no resultaba muy halagüeña. Aun teniéndolo claro, decidió tirar para adelante y licenciarse cuanto antes.

Convencido de que quería dedicarse a la investigación, se matriculó en los cursos predoctorales del área de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada. Terminó entonces la tesina, un escrito propio de carácter monográfico, que acredita que el estudiante cuenta con una formación adecuada en la trayectoria correspondiente y capacidad suficiente para organizar los conocimientos y expresarlos en forma correcta y coherente.

Un año más de matrícula para la tesis doctoral fue tiempo suficiente para que Tomás se percatara de que había un cierto olor azufre en un pasado que no acababa de gustar a este futuro empresario. Por eso, decidió enterrar su carrera académica y se dio de alta en autónomos con la intencion de dar paso a su propia empresa de servicios editoriales. El duro mundo del autónomo profesional en este país le dio así la bienvenida.

La empresa que hasta la actualidad regenta este activo rockero es Urco Editora, que ha llegado a publicar más de 100 títulos de ciencia ficción y terror en lengua gallega. Y todo ello gracias a la firma editorial Rinoceronte, hoy por hoy un referente fundamental en el mundo de la traducción al gallego. En aquel momento y lugar fue cuando se le propuso la adaptación de «El bosque de los zorros ahorcados», del finlandés Arto Paasilinna.

Pero ahí no acaba todo. No contento con su iniciativa empresarial, Tomás decide fundar la editorial underground Contos Estraños y la imprenta Sacauntos, dedicada principalmente a la impresión de libros. Su catalogo dispone incluso de una bibliografía con títulos de su propia autoría. Por ejemplo, ‘Galiza Mutante. Poder Nuclear’ (Contos Estraños, 2013), ‘Alaia e a deusa’ (Urco, 2014), ‘Libros da merenda’ (Urco, 2014), ‘Derradeiro bis en catro-corenta’ (Redelibros, 2015), ‘Da fría e distante estrela polar’ (Urco, 2016), ‘Manual de medo, naxo, vicio e morte’ (Contos Estraños, 2016).

Está claro que su afición por la escritura no tiene límites. Su homenaje a una banda canaria se añade a una extensa lista de títulos: «Nasty Boys in America. La historia de la banda canaria que ‘casi’ conquista EE.UU.», publicada por la editorial Fuerte Letra. Es su aportación personal, eso sí, esta vez en castellano y promete que no la última.

En la vida hay personas que sacan provecho a cada minuto que viven. Claro ejemplo lo tenemos en el tiempo que Tomás nos ha concedido para este artículo, en el que se refleja su satisfacción personal por el trabajo desarrollado. Los años dedicados a la traducción literaria de su lengua madre le han llevado a sentirse orgulloso de poder traducir al gallego la narrativa completa de H.P. Lovecraft, las historias completas de «Conan El Bárbaro», de Robert E. Howard, y la primera trilogía «Terramar», de Ursula K. Leguin.

Un «trapo» en la cabeza y los Panthyger

Al final, el descontento o lo que podríamos llamar hoy en día síndrome del «trabajador quemado» le lleva con su pareja a dejar un periodo de vida de 18 años en Santiago de Compostela. Un nuevo futuro se abre con aires canarios, después de una dura negociación con sus socios para poder teletrabajar. Las «marcas del guerrero» se traducen en la pérdida de esa melena rubia que poseía -hasta el punto de desaparecer por completo-, solucionando la papeleta con un pañuelo -o «trapo», como él lo denomina- en la propia cabeza.

Su otra pasión, la música, le hizo contestar a un anuncio en el que se buscaba un guitarrista. Se trataba de ocupar el puesto de las seis cuerdas en una banda de Glam Metal de nombre Panthyger. «Menuda caterva de amantes del Glam Rock y el Rock Duro, José Ramón», me explicaba de su puño y letra Tomás.

De hecho, el guitarrista dio a parar con una banda en la que cada integrante es de una nacionalidad. Las culturas de Finlandia, Ecuador o Italia se mezclan en una formación dispar con una puesta en escena llamativa. Lo demostraron en la madrileña sala Barracudas el sábado 5 de octubre de 2019, donde compartieron escenario con MILF, desde Valladolid. Un concierto organizado por esta revista, que les dio la opción de tocar en la península, ya que para una banda canaria poder llevar su música fuera de las islas es un paso decisivo.

Después de una gira ese mismo año que les proporcionó una serie de fechas, se acercaba un 2020 muy prometedor. Conciertos en Milán, Santiago de Compostela y alguno más, por lo que se presentaba un año muy prometedor en los que se refiere a los directos que la banda tenía gestionados.

Lo que vino a continuación creo que es sabido por todos. Como le sucedió a la mayoría, la banda se quedó “compuesta y sin novio”. Aun con la moral quizás bajo mínimos, decidieron ponerse manos a la obra y en la actualidad ya es una realidad un primer larga duración titulado «Animal». El retorno a los directos es ya una realidad. Quedan atrás aquellos días antes de la pandemia, cuando se quedaron con los billetes en la mano para volar hasta Milán o la frustrada inauguración de temporada de la sala Lone Star, de Santa Cruz de Tenerife.

Son las vivencias tanto actuales como del pasado de este músico, escritor y traductor, al que veremos junto a su banda el 10 de diciembre en la Sala Vizzio, en la madrileña localidad de Alcorcón. Mientras tanto, Tomás compagina su trabajo de siempre con los largos y locos viajes que su compañera le ha inyectado en vena, hasta el punto de hacerse la ruta transmongoliana en tren desde San Petersburgo hasta Pekín. Hasta aquí un poco sobre la vida y obra de un escritor rockero. Tomás González Ahola, te lo digo en gallego: ‘vémonos no escenario’.

José Ramon Nieto «Kema Puas»
«Escuchar música te hace ser mejor persona y te limpia el alma. Si es Rock, mejor».