Se refieren a él como el gran enfant terrible de la literatura española. Su carácter vehemente e indomable le ha situado fuera de los circuitos oficiales del poder intelectual, aunque Roberto Montero Glez aguanta bien la pelea y sigue publicando lo que él considera oportuno y no lo que le dicta el mercado o el suplemento «Babelia» de El País.

Para quienes no conocen al personaje, baste reseñar que sus cuatro últimos libros versan sobre el atentado anarquista contra Alfonso XIII («Pólvora negra», 2008), Camarón de la Isla («Pistola y cuchillo», 2010), el periplo madrileño del jazzmen Chet Baker («Polvo en los labios», 2012) y la desaparición del delincuente El Nani, en cuyo caso siempre se dijo que participó una supuesta mafia policial -la reciente «Talco y bronce»-.

Ya nos caía bien antes de su intervención en el programa de entrevistas del político Pablo Iglesias, pero ahora apreciamos todavía más su visión de la historia reciente de España tras conocer su sabia reivindicación del rock español de mediados de los años 70. Sucedió hace unos días, durante el primer programa de la tercera temporada del espacio «Otra vuelta de tuerka».

A partir del minuto 7:50, el escritor responde ampliamente a una pregunta del presentador sobre los años 80. Glez comienza con una disertación sobre la situación política de la transición y hacia el minuto 11:25 deriva en un profundo análisis de la cultura de aquella época más pegada a las clases populares.

El literato puntualiza muy bien lo que significó el «rollo», citando a grupos como Asfalto, Topo y Leño como referentes de la verdadera «relación orgánica» de la cultura con la calle. Frente a ella, una cada vez más cuestionada «movida», que en los últimos años está siendo muy castigada por la necesaria revisión de aquellos años convulsos y complejos.

El autor también fija como fecha sintomática de la introducción de la droga dura en España el legendario concierto de los Rolling Stones en el Vicente Calderón en 1982, coincidiendo con la llegada del PSOE al poder.

Siempre polémico, pero siempre sugestivo e interesante. Montero González «Glez» en estado puro.