«Dios bendiga a los Ángeles del Infierno». Esta frase tan contradictoria o incoherente para muchos, que se ha convertido en nuestro titular, la soltó Álex Lora, líder de El Tri, para cerrar el conciertazo que Ángeles del Infierno ofreció en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México mientras un público entregado aplaudía a rabiar despidiendo a un escenario lleno de artistas: los siete que esta noche formaron en ‘los Ángeles’, un mariachi, cuatro bailarinas sensuales y un cuerpo de danza con trajes típicos prehispánicos, además de Lora.

El Auditorio Nacional es un recinto reservado, casi siempre, a artistas de música melódica o estrellas del pop. Por aquí han pasado Julio Iglesias, Raphael, Joaquín Sabina, Luis Miguel, Thalía, Sting o Shakira y muy pocos grupos de rock o heavy con la excepción de Scorpions, Deep Purple, Bon Jovi, Mägo de Oz y alguno que se quede en el tintero. De modo que el hecho de que Ángeles del Infierno –grupo de heavy rock– se presentase aquí prácticamente llenándolo fue un hito. Como nos dijo el cantante Juan Gallardo luego, “si en lugar de un martes, nos dan un día de fin de semana, dejamos gente en la calle”. Como dato, las entradas oscilaban, al cambio europeo, desde los 8 euros a los 90 dependiendo del sitio que eligieses.

Ni que decir tiene que el sonido era estupendo, la visibilidad perfecta desde cualquier zona, el escenario amplio… y con un juego de luces sencillo y sin recargar, apoyándose más en tres pantallas que ocupaban parte de las tablas y la zona trasera de ellas, que no cesaron de emitir imágenes alusivas a los temas tocados, más las dos enormes que había a cada lado del escenario, el espectáculo resultó de lo más vistoso.

Era una fecha muy especial en esta ciudad –y país- que tanto quiere a Ángeles del Infierno, así que el repertorio que la banda preparó para agradecer fue el más largo que nunca habíamos escuchado de ella y nadie pudo quejarse de que no mereció la pena asistir. La fiesta comenzó con “Todos somos ángeles”, “Sombras en la oscuridad”, “Rocker”, “Prisionero”, “No pares”, “Hoy por ti, mañana por mí” y “Vives en un cuento”, en la que aparecieron cuatro sensuales bailarinas para alegrar la actuación a la manera que lo hacen, por ejemplo, Mötley Crüe. A continuación, los mecheros se encendieron (¡ah, no, que ya no son encendedores!) para un rato más tranquilo con “Pensando en ti” y “Si tú no estás aquí”.

Mientras nos refrescábamos con unas cervezas nada baratas y no accesibles a todos los bolsillos de un metalero medio mexicano, fueron sonando “Donde estabas tú”, “Diabolicca”, “El principio del fin”, “Con las botas puestas” y el famoso Álex Lora fue presentado a la par por Juan Gallardo y Robert Álvarez para interpretar “Dando por detrás” a medias con el cantante titular; momento único. Siguieron “Nada que perder”, “Todo lo que quiero”, “Esclavos de la noche” y “Fuera de la ley”. Era un trecho en el que las cómodas butacas servían de poco, más de la mitad de los asistentes seguían ya el recital de pie, bailando o dando saltos.

Ya hemos comentado en crónicas recientes por diferentes ciudades de México de este mismo grupo que el batería Gerardo funciona como una máquina de relojería, que Álex –bajista- no le va a la zaga y aporta bastante con sus coros, así como el teclista Eddie. Pero la gran sorpresa de la noche fue que a los habituales guitarristas Robert y Foley se les sumó como tercero durante todo el show un viejo conocido: Gus Santana, que hace años que abandonó el grupo. Así que este concierto de Ángeles fue al modo Iron Maiden con tres guitarras sonando, lo cual benefició mucho al potente sonido que nos regalaron. Lo mejor es que no hubo egos y los solos o momentos importantes a las seis cuerdas se repartieron casi equitativamente entre los tres hachas.

Pero quedaban… quedaban temas por interpretar: “Jugando al amor”, “En un sueño”, “Joven para morir”, “Héroes del poder”, “Condenados a vivir”, “Sangre”… A estas alturas, pensaba en positivo: “¡se van a quedar sin repertorio!” Y llega un momento sublime: sale un mariachi completo y “El rey”, la famosa ranchera de José Alfredo Jiménez, suena a lo clásico con trompetas, violines, guitarrones… y a lo heavy con la fuerza que los músicos y el cantante ‘del Infierno’ le dieron. Increíble también la reacción del respetable. Cerraron el extenso repertorio “A cara o cruz”, “Las calles de mi barrio” y la pegadiza “666” de nuevo con las chicas vestidas con –poco- cuero bailando alrededor de los músicos. Escribo ‘poco’ cuero y no “encueradas” porque eso significaría otra cosa para nuestros lectores mexicanos.

Para las diferentes tandas de bises quedaron “Al otro lado del silencio”, mientras en las pantallas se hacía un homenaje a grandes músicos del rock fallecidos, “Maldito sea tu nombre” -¡el auditorio casi se cae!-, “Pacto con el diablo” y otra sorpresa: los mencionados al principio danzarines ataviados a la manera de indígenas con sus danzas tribales, antes de que el grupo vuelva a atacar con “Hijos de América”, un guiño, claro está, a esta tierra al otro lado del Atlántico. Y volvemos al principio, el escenario se llena con todos los participantes y el católico y devoto de la Virgen de Guadalupe, el señor Lora, además de volver a participar cantando, nos regala el titular.

¿Habéis contado la cantidad de canciones interpretadas? ¡Treinta y dos! ¡Esto sí es un concierto y no las mierdas que ofrecen otras bandas de hora y cuarto! Un gran aplauso y reverencias para Juan Gallardo por aguantar tanto tiempo sobre el escenario defendiendo tal cantidad de rolas en un excelente estado vocal.

Jon Marin


Foto y vídeos: Cihuatl Zúñiga

Vídeo de Youtube: MrDarness666